06 · 21 · 22 Jorge Fons y LOS ALBAÑILES Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña De esos ambientes populares heredados de Ismael Rodríguez y Alejandro Galindo, pero desde una perspectiva irónica, brutal y desencantada, pertenecen los personajes del notable episodio Caridad, crudo retrato sobre la miseria social, la corrupción judicial y el delito sin posiciones tremendistas, integrante de Fe, esperanza y caridad (1972) y, sobre todo, el excepcional drama sobre las abismales desigualdades económicas en nuestro país y las injusticias legales de nuestro sistema penal, como lo muestra Los albañiles (1976).Luego de capturar la amargura de su propia generación en contextos de clase media en el tercer episodio de Tu, yo, nosotros (1970), protagonizado por espléndidos actores como Sergio Jiménez, Pancho Córdova, Rita Macedo y Julissa, así como de cuestionar la sexualidad y la falocracia en la inquietante adaptación de la novela de Mario Vargas Llosa, Los cachorros (1971), con un excepcional José Alonso como un joven castrado por un perro durante su infancia, Jorge Fons, con el apoyo de Ramiro Meléndez y Producciones Escorpión, llevó a cabo aquella pequeña joya con el tema del asesinato y la justicia en Caridad. Caridad (1972, dir. Jorge Fons) Temática que expondrá de nueva cuenta en otro retrato magistral: Los albañiles, inspirada en la obra teatral homónima de Vicente Leñero, adaptada por el propio Leñero, Fons y Luis Carrión; un filme que incluye uno de los cuadros de actores más sorprendentes de ese cine realizado durante el Echeverrismo. La trama se ambienta en un edificio de departamentos en construcción como una suerte de microcosmos social donde se enfrentan explotadores y explotados y, sobre todo, en el que las propias víctimas del sistema se despedazan entre sí. Ello, en una cinta repleta de legendarias figuras en pequeños pero eficaces papeles, como es el caso del borrachín Patotas que encarna Adalberto Martínez “Resortes”; David Silva, el empresario arquitecto sin piernas y en silla de ruedas; y José Alonso en el papel de su hijo, el irresponsable y joven ingeniero. La trama se centra en el asesinato del epiléptico velador de esa obra en construcción y de ambiguos apetitos sexuales, personificado por un enorme Ignacio López Tarso. Katy Jurado hace el papel de su mujer y amante, a su vez, de Salvador Sánchez, el transa maestro de obra, responsable de los materiales de construcción.La película se realizó en los Estudios Churubusco y locaciones cercanas, como Villa Quietud en Xochimilco, donde se erigía una amplia zona habitacional que en breve sería conocida como Bosque Residencial del Sur. Ello sucedía en mayo de ese 1976 que coincidía con la muerte del solitario millonario, cineasta e inventor Howard Hughes en Acapulco, en el Hotel Princess. El fallecimiento del notable escritor José Revueltas, cuya adaptación al cine de Los albañiles no convenció a Leñero, así como la fuga de Alberto Sicilia Falcón y otros tres peligrosos narcotraficantes del penal de Lecumberri, a través de un túnel de 70 metros de largo y a dos metros y medio de profundidad. Los albañiles (1976, dir. Jorge Fons) Representando a otros arquetipos de ese sistema penal mexicano y sus víctimas, se sumaban al reparto Guillermo Gil, un violento judicial; José Carlos Ruiz como Jacinto, el albañil con un hijo muerto; Salvador Garcini, un plomero miope que tiene una espléndida escena: cuando intenta arreglar lo del robo de su herramienta, afuera de la oficina del neurótico junior que encarna José Alonso. Así como los amigos de este: Arsenio Campos y Pedro Damián, o el joven agente de policía Murguía, que se opone a los brutales métodos de sus colegas interpretado por Eduardo Casab.El atractivo entramado de esta historia verista y cruda, armada por constantes regresos en el tiempo sobre los negocios sucios y la frustración, con escenas memorables como la fiesta de la Santa Cruz el 3 de mayo o “Día de los albañiles”, no sólo cuestiona la mentalidad machista de nuestro país, sino los violentos sistemas de coerción de la justicia mexicana. Jacinto y el rebelde albañil Patotas son obligados a confesar por medio de torturas el asesinato de don Jesús y en uno de los diálogos, después de una golpiza, Resortes, con los ojos enrojecidos por las lágrimas responde a sus torturadores: “De hombre a hombre, todos ustedes son unos hijos de la chingada…”, en una de las obras más trascendentales de nuestro cine.