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Jorge Ibargüengoitia: humor, erotismo y nota roja

“La primera noticia del caso de las hermanas Baladro apareció en la página 8 del Sol de Abajo, en una sección fija intitulada ‘Noticias de Concepción de Ruiz’. Cuando se supo que los tres cadáveres encontrados eran de mujeres jóvenes y que el lugar donde se hallaron había sido burdel, la noticia pasó a la primera plana de todos los periódicos del país”.

Inspirado en uno de los casos de nota roja más terribles y publicitados como los crímenes de Las Poquianchis que mantuvieron en vilo a la opinión pública a principios de la década de los sesenta, el escritor Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928 - Madrid, España, 1983), concibió una de las novelas que retratan con mayor fuerza su atrayente, incisiva y cáustica personalidad. En Las muertas (1977), el autor supo destacar más allá de lo siniestro del asunto real y del morbo que provocó el caso, un ácido humor negro que se desprendía de los sucesos, y que Felipe Cazals y su guionista Tomás Pérez Turrent transformaron en Las poquianchis (1976) en una serie de cuadros brutales y sangrientos —no exentos de reflexión social e ironía— sobre las duras condiciones de vida en el Bajío. Filmada meses antes de publicada la novela de Ibargüengoitia, el estilo directo, feroz y corrosivo de la película parecía no tener cabida en un cine nacional acostumbrado a las inclemencias del melodrama y sus conclusiones moralistas y didácticas, muy opuestas a los universos irreverentes del escritor guanajuatense.

 Las poquianchis (1976, dir. Felipe Cazals)
Las poquianchis (1976, dir. Felipe Cazals)

Ibargüengoitia debutaba sin crédito como guionista, en la adaptación de un relato de Gabriel García Márquez que servía de inspiración para el mediometraje HO, dirigido por Ripstein: una de las dos historias de suspenso y erotismo de Juego peligroso (1966). Después, José “El Perro” Estrada, fue el primero en adaptar al cine la prosa de Ibargüengoitia en Maten al león (1975). La sátira, centrada en un cruel dictador de una imaginaria república bananera y los intentos por asesinarlo no se encuentra al nivel de la divertida farsa del escritor. No obstante, el oficio de Estrada y un buen equipo de actores como Ernesto Gómez Cruz y Guillermo Orea consiguieron algunas escenas muy divertidas.

Un año después de esta, Cazals regresó a ese su cine inspirado en la crueldad y la nota roja, en la violentísima y citada Las Poquianchis, que anticipaba el tema de la magistral novela de Ibargüengoitia Las muertas. A diferencia del filme de Cazals, el novelista rehúye el sensacionalismo y con su característico humor consigue mostrar las relaciones políticas y sociales de una sociedad hipócrita, evitando la brutalidad que la cinta destila en la historia de las hermanas Delfina y María de Jesús González, dueñas de un prostíbulo en Guanajuato donde vendían, alquilaban y asesinaban a sus pupilas. De manera curiosa, el corto de animación sueco-canadiense-mexicano, Take Me To Acapulco (2022), de Krystallia Sakellariou, se inspira en un pasaje de Las muertas.

En las postrimerías de aquella década de los setenta, en la que el cine mexicano asumía un tono de denuncia agresiva enarbolando los preceptos del Echeverrismo, Julián Pastor adaptó en 1978 la divertida novela de Ibargüengoitia, Estas ruinas que ves, escrita en 1974. En el filme, protagonizado por Blanca Guerra, en el papel de la bella y sensual Gloria Revirado, Pastor revela la mojigatería de provincia y el poder de las fuerzas vivas pueblerinas esquivando el chiste fácil, sin embargo pesa más la gracia de sus intérpretes y los desnudos de Blanca Guerra que la adaptación misma.

Por su parte, Dos crímenes (1994), de Roberto Sneider, una de las crestas del cine del sexenio Zedillista, logró rescatar con inteligencia el irónico universo de Ibargüengoitia, escritor que consiguió crear un escenario particular: un Estado llamado Cuévano en el que se dan cita los enredos amorosos, políticos y criminales más insólitos. La novela escrita en 1979 es retomada por Sneider a partir de una adaptación dinámica y moderna que se desarrolla en el imaginario pueblo de Muérdago, cuyas intrigas envuelven a Marcos González, un capitalino señalado como responsable de un asesinato.

0) DOS CRÍMENES, de Roberto Sneider. | Vanavision

En ella, Sneider reunió a un estupendo reparto en el que destacan: Dolores Heredia, que emana una ingenua y perversa sensualidad en su papel de Lucero, la falsa inocente concebida por Ibargüengoitia. Y Damián Alcázar maneja con habilidad su papel de bohemio burócrata envuelto en una trama digna de un Hitchcock guanajuatense, como el futuro amante de Lucero y objeto de venganza despiadada. De hecho, los arrebatos eróticos de la pareja son de lo mejor de la película. Brillante se encuentra también José Carlos Ruiz como el anciano adinerado que se aprovecha de las expectativas que crea su herencia; Margarita Isabel, como la prima madura y con deseos sexuales; Leticia Huijara en el papel de la escandalosa capitalina “Chamuca”, así como el trío de primos provincianos y ambiciosos: Pedro Armendáriz, Guillermo Gil y Jesús Ochoa.

Con el tema de la herencia como detonante de la corrupción, la avaricia y la sexualidad reprimida, Dos crímenes sortea el abuso de clichés y de arquetipos a pesar de su final feliz en apariencia. El realizador construye un divertimento fílmico que se nutre del thriller de nota roja, de un humor negro y fársico, y un inteligente erotismo y sensualidad pocas veces alcanzados por el cine mexicano. Un filme de buen ritmo narrativo que se conecta con la genial prosa de Ibargüengoitia, cuya obra aún espera ser redescubierta por el cine y sus espectadores. Por cierto, el escritor dejó un par de guiones fílmicos inéditos: La prueba de la virtud y La víctima.