01 · 31 · 22 Los arrabales de José G. Cruz Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña El diccionario define al arrabal como un barrio, barriada o suburbio marginal ubicado por lo general en la periferia citadina, donde la pobreza, la falta de control, la delincuencia o la poca asistencia social por parte del Estado se acentúan. El cine de arrabal fue una constante en las tramas fílmicas durante el "alemanismo"; no obstante, ningunas tan delirantes, entretenidas y excesivas como las planteadas por el escritor, guionista e ilustrador José G. Cruz, en cuyas historias crecían, además, las bajas pasiones, las venganzas, la podredumbre y también las historias de amor. Los olvidados (1950, dir. Luis Buñuel) En esas zonas de pobreza y expiación, José G. Cruz marcó un territorio reconocible y moralmente didáctico, tan sorprendente como ingenuo y divertido. Fue el creador de un modelo único, extraño y fascinante en el que mezcló la fotografía y el dibujo y en cuya obra, caben toda clase de lúbricas exploraciones por la senda del pecado y el crimen, como ocurre en la trilogía Percal con la atrayente cubana Rosa Carmina en su papel de Malena, estudiante que termina dedicada al oficio, dirigida por Juan Orol también en 1950, compuesta por El infierno de los pobres, Perdición de mujeres y Hombres sin alma. Además de estas, otra de las creaciones de historieta de José G. Cruz fue Carta Brava, que dio oportunidad al galán y actor original, Roberto Romaña de protagonizar en 1948 la versión de cine dirigida por Agustín P. Delgado. Este melodrama policiaco es la historia de un ladrón y antihéroe, en la que Romaña se enfrenta al hampón Tony Malo (Carlos López Moctezuma), su acérrimo enemigo. José G. Cruz también creó Ventarrón (1949), dirigida por Chano Urueta, con David Silva como el héroe acosado por el destino en esos ambientes de arrabal; una película de inadaptados sociales y violencia con las intervenciones musicales de Juan Bruno Tarraza y sugestivas presencias de Martha Roth y Tana Lynn. "Ya son las doce y no llega, me hará los mismo que ayer. Espera, espera y no viene, ya no la quiero ni ver. Pero de pronto siento un ruido y me despierta, se abre la puerta y llega mi querer y llega diciéndome así la muy chiquitilla: ‘cariño santo, vidita mía, no sufras tanto ya estoy aquí. Si tú bien sabes que yo te quiero, que solamente soy para ti. Anda, mi amorcito, dame un beso despacito, suavecito. No me regañes, cierra los ojos, duerme feliz". Era el tema musical interpretado por un jovencito Benny Moré, en una inquietante película que agradecía al Jefe de la policía del Distrito Federal, General Othón León Lobato y al H. Cuerpo de la misma, su valiosa cooperación para la realización de la cinta. Al inicio de Ventarrón, una ventisca penetra en una vecindad: "Cuando el ventarrón se mete en el barrio: malo. Es noche y las cosas bajan se levantan, en que los malvados poderes ocultos se revelan y lo destruyen todo", después, vuela por los aires la primera plana de Excélsior que dice: "La policía que sabe mucho de la muerte de Rebeca" y una foto al centro de David Silva con el texto: "El temible Ventarrón comparecerá al fin ante la justicia". Hay un corte a este en la cárcel, vestido elegantemente de traje, listo para huir de la penitenciaría, con la ayuda de un celador que le abre el candado. Era la presentación de uno de los personajes más logrados y más extremos en la carrera de David Silva, quien no duda en asesinar al criminal cara bonita Rubí (Gustavo Rivero), quien lo ha traicionado. Para el historiador Armando Bartra, el trabajo de José G. Cruz tiene: "Una fuerza expresiva extraordinaria. Una capacidad de sugerencia que no tiene la fotografía, ni el dibujo por espléndidos que estos sean. Creó un mundo abigarrado en el que se mezclan todos los estilos... Un collage social de los barrios bajos del planeta".