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Entrevista a Sebastián Cordero en el 14º FICM

Sebastián Cordero presentó su más reciente película Sin muertos no hay carnaval en el 14º FICM, una coproducción entre México-Ecuador, sobre un conflicto entre familias situada en la abrumadora, caótica y hermosa ciudad de Guayaquil.

sebastian-cordero Sebastián Cordero

Muchas felicidades por tu película, es muy original. Además de que habla de algo muy real, lo hace de una manera tan dinámica, tan poco solemne. ¿Cómo surgió la historia?

Siento que la fuerza de Sin muertos no hay carnaval es la forma en la que está contada la historia. Es una historia coral, con muchos personajes que comparten protagonismo alrededor de varias líneas dramáticas, cuyo eje principal es la tenencia de la tierra y la lucha por mantener un lugar donde vivir. Trata sobre de un conflicto que no tiene una resolución fácil, pero justamente como cineasta pienso que estos conflictos son los que más riqueza tienen porque te permiten explorar mejor una situación que, además, tiene mucho sabor local. Es una película que describe Guayaquil, los distintos estratos sociales de la ciudad, pero que también puede conectar a nivel a internacional o por lo menos con Latinoamérica, porque son situaciones que vivimos todos.

Al mismo tiempo, la película, más allá del tema del realismo social, es una búsqueda estética que trata de reflejar a los personajes a través de un subtexto visual, con elementos sonoros, elementos que van más allá del guión o de lo que te cuenta la historia.

Sí, por ejemplo, el movimiento de la cámara cambia dependiendo el personaje, puede ser muy pausado o muy dinámico.

La fotografía de la película está muy cuidada. Con Tonatiuh Martínez, el cinefotógrafo, desde un principio, trabajamos mucho en la estética visual. Por ejemplo, la película empieza en un hermoso bosque, son tomas idílicas en las que aparece un venado, llenas de vida. Un momento paradisiaco del cual salimos muy rápido y de manera muy violenta.

La idea de la película es que cada personaje te plantea una perspectiva. Uno de los retos de una película coral es que no sea redundante, que no haya repeticiones en los personajes, sino que cada uno te aporte un matiz diferente. No es volver a ver la misma situación desde varias perspectivas, sino conocer el punto de vista de cada uno de los personajes de la historia. Cada uno tiene sus propias características y cada uno aporta algo a la historia. Para mí es importante que el espectador pueda entender a cada personaje, ponerse en los zapatos del otro. En una película coral todos los personajes tienen que ser igual de importantes, que ninguno, por decirlo de alguna manera, se robe la película. Fue uno de los retos más importantes tanto en el guión como ya en el trabajo con los actores y, por supuesto, en el montaje. Mucho de la fluidez y de la tensión dramática de la película la trabajé en la edición, se movieron muchas piezas para que la película funcionara de la mejor manera.

Esto que comentas es muy importante, porque muy pocos cineastas resuelven formalmente algo que se piensa que sólo es un problema del guión o de la narrativa.

Sí, totalmente. El cine funciona en capas, en primer lugar tienes la historia que se puede contar en tres frases, después están las cosas más interesantes: todo el subtexto, todo lo que sucede por debajo y todas la herramientas visuales y sonoras que tienes a la mano para contar la historia. Es lo que más disfruto, armar una obra de manera casi artesanal, cómo cada elemento se va sumando y complementando.

Todos los personajes de la película son muy interesantes, cuéntanos cómo surgieron. 

Uno de los elementos de tensión más fuerte de película es la dinámica entre los tres personajes de la burguesía, que es una dinámica de familia. De hecho, esto fue lo que me atrajo del guión, antes de colaborar Andrés Crespo, el coguionista, me interesó esta dinámica de familia, de estos personajes que están del mismo lado pero los conflictos entre ellos son los que llevan la historia hacia adelante. Lo que me gusta de esta historia es que hay actos que son claramente despreciables, pero hay otros que son igual de cuestionables, por ejemplo la lealtad, el encubrir un acto para proteger a tu familia, algo que es comúnmente aceptado. Estos conflictos entre personas y familias fue lo que me interesó contar.

Algo que me gustaría resaltar es el principio de la película, la naturaleza, donde todo es bello. ¿Por qué empezar así?

Cuando piensas en contar una historia de la ciudad de Guayaquil, que es sumamente ruidosa, caótica, llena de gente, con mucho calor, y empieza con estas imágenes tan idílicas, por un momento, parecería que es otra, pero para mí es el único momento de armonía, donde todo está bien, justo antes de que entre el ser humano. Cuando comienzan a entrar los seres humanos a cuadro es cuando empieza el conflicto, pero hay algo de ese verde, de ese tipo de vida que para mí era muy importante que estuviera presente. De hecho, elegimos filmar en temporada de lluvias porque daba un forma de vida y de color que aportaba mucho a la película, para que esta viveza del principio se mantuviera.