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Entrevista a Fernando Eimbcke en el 12º FICM

El décimo aniversario de Temporada de patos (2004) se celebró en el 12º FICM con una función especial con presencia del director Fernando Eimbcke. Esta ópera prima colocó al director como una de las grandes figuras de la cinematografía mexicana y fue reconocido con el premio de la crítica internacional FIPRESCI, Mejor Filme y Mejor Director en el Festival de Cine de Guadalajara, el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de París, el Gran Premio del jurado del American Film Institute, el Premio Ariel a Mejor Director y el Independent Spirit Awards, entre otros reconocimientos. Fernando Eimbcke nos concedió una entrevista en la que abordó su proceso creativo como director y guionista:

Fernando Eimbcke en el Conservatorio de las Rosas.

Si trazáramos un arco de Temporada de patos (2004) a Club Sándwich (2013) ¿qué dirías que ha cambiado en tu forma de dirigir?
No tanto... Para las películas no me interesa tener oficio. Yo me acuerdo que hace diez años, el director Felipe Cazals quien fue mi asesor, me dijo algo muy importante: que realizara la película como una verdadera ópera prima, con ese espíritu. Fue también muy interesante y muy bonito ver el trabajo de Lena Esquenazi, quien hizo el sonido de Temporada de patos y que había hecho muchas películas anteriormente, aproximarse a este proyecto como si fuera una primera película. Con ella vi como siempre tienes que entrarle con riesgos, con miedo, con ciertas inseguridades, porque cuando hay miedo es que hay algo en riesgo y constituye un buen indicador. A mí me gusta estar asustado porque es una forma de estar alerta también.

Sin embargo, efectivamente has ganado experiencia, ¿quieres decir que vas planteando nuevos retos o que te abandonas a la complejidad de la creación?
Vas agarrando experiencia en ciertos aspectos, en ciertas cuestiones logísticas, cómo se hace un casting, por ejemplo, pero el miedo siempre está presente para mí a la hora de filmar. En realidad está presente en todos los procesos, pero para mí el más duro es la hora de la filmación: todo el mundo te pide respuestas certeras en el momento y eso es horrible. Pero sí vas a aprendiendo. Por ejemplo, le pido a los actores que no me hagan preguntas en el rodaje y tratemos de solucionar todas las dudas antes, porque lo más seguro es que les dé una respuesta apresurada. Esos detalles sí que los vas aprendiendo, pero por más que estés preparado el rodaje siempre hace agua por todos lados porque depende de muchos factores humanos. Yo no lo disfruto.

Si no disfrutas el rodaje, entonces ¿cuál sería la etapa favorita del proceso de hacer un filme para ti?
Disfruto mucho la etapa de escritura, hacer todo el trabajo de escritorio, así como la edición. Trabajo con Mariana Rodríguez y para mí es el trabajo más importante, aunque también es duro porque ya ves tu material y ves que tal escena que querías que entrara no funciona y la que te quedó horrible es necesaria. Aprendí eso de Mariana: una vez que estás en el proceso de edición tienes que hacerte a un lado y que no intervenga el ego. Me decía Mariana: “Mira vamos a imaginar que cuando entramos a esta oficina encontramos por ahí unas latas de material”. Hay que trabajar en función del material, de lo que hay, y tratar de hacerlo lo mejor que se pueda. Y finalmente todo el trabajo que se hace para una película es para la mesa de edición; se piensa que es el rodaje y no, el rodaje es realmente un paso para la edición. Es donde aparece la magia.

¿Quieres decir que ahí es cuando aparece el cine como cine?
Sí, el cine como cine: un cuarto de edición es como una especie de laboratorio donde sucede la alquimia, te lo juro, eso siempre me parece increíble de la sala de edición y cuando no aparece esa magia es muy frustrante. Y la magia a veces surge de tres cuadros o porque la escena pertenece a un momento de hace 18 minutos. Es muy emocionante pero también abisma mucho el proceso de la edición.

Platícame ahora sobre esta etapa previa que también disfrutas: la escritura.
Yo tuve mucha suerte porque tuve como maestra a Paula Markovitch. Hicimos Temporada de patos, después hicimos Lake Tahoe (2008), luego ella se dedicó a su película y me aventé yo sólo a hacer Club Sándwich pero me sirvió muchísimo haber trabajado con Paula Markovitch. Los maestros nunca se van, los maestros siempre están ahí. En unas escenas de Lake Tahoe, me acuerdo que le decía: “pero Paula esto no se entiende.” Y ella me respondía: “No se entiende pero se siente”.

¿Evitar explicar completamente al personaje?
Explicado, sí, sin dar chance ni a uno mismo, ni al espectador de empezar a compartir ese suspenso. Permitirle decir: “No entiendo lo que le pasa al personaje, pero me llega”. A veces les pasan cosas a los personajes que es mejor verlas y escucharlas. Me pasaba mucho en Club Sándwich. Ahí había una escena donde el chico se pone un bikini y dejé de preguntarme porqué: Así es el personaje y así salió en esa escena y yo podría armar una explicación, pero no sé el motivo y no me importa, porque son parte del misterio que tienen los personajes y lo tiene que compartir uno como escritor. No creo que uno tenga que saber todo sobre los personajes, sólo tienes que entender su carencia. El proceso de escritura lo disfruto a partir de que comienza a aparecer la historia, cuando empiezo a escuchar a los personajes y que toman vida; antes no. Parece una cosa metafísica pero de pronto el personaje tiene un dolor o un conflicto; de pronto, sólo los vas acompañando. Y a lo mejor tienen reacciones que no son del todo explicables, porque nosotros en la vida también tenemos estas reacciones inexplicables y a mí me encanta descubrir que los personajes están tan confundidos como tú.

Finalmente, eso es lo que los hace humanos...
Exacto... y están luchando por entender.

Cobertura por Fabiola Aguilar Díaz (@panoramafunky)