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D.W. Griffith, un hombre adelantado a su tiempo

Una versión de este texto fue publicada en la edición de julio de 2018 de la revista Cine Premiere.

 

En realidad, David Wark Griffith nunca pensó en hacer películas. En 1895, cuando tenía 20 años, apenas se proyectaban las primeras cintas de la historia en Berlín y luego en París. A esa edad Griffith se fue de casa para hacer teatro, pero pasó trece años intentando levantar su carrera. Desesperado, como muchos otros, se integró al cine y encontró el éxito, primero como actor, y luego como director para una de las compañías más importantes de la incipiente industria cinematográfica estadounidense: Biograph.

Popularmente se piensa que Griffith inventó el lenguaje cinematográfico en su película de 1915 El nacimiento de una nación, sin embargo el montaje analítico y de continuidad, los planos a detalle y otros elementos ya habían sido descubiertos por pioneros como Max Skladanowsky, George Albert Smith, James Williamson y Edwin S. Porter. La aportación de Griffith fue utilizarlos todos en un solo filme de tres horas y cuarto que, debido a su éxito comercial, logró imponer los largometrajes en un tiempo cuando se preferían los cortos. Más difusor que inventor, Griffith era además un ladrón.

DW Griffith D. W. Griffith

Se le llama “final a la Griffith” a un desenlace en el que se resuelven simultáneamente varias escenas tensas que se desarrollan en diferentes espacios. Christopher Nolan es un dedicado discípulo de esta técnica. Su última película, Dunkerque (2017), es prácticamente un final a la Griffith de una hora y 46 minutos. Sin embargo, Griffith no fue el primero en narrar de esta forma. En 1909 se estrenó un corto suyo llamado The Lonely Villa. En él, un par de ladrones logran distraer a un hombre de su casa. Cuando su esposa y sus hijos se quedan solos, los criminales intentan entrar y atacar a los inocentes, que se atrincheran en una habitación. La esposa se logra comunicar por teléfono con su marido y ella se defiende con una pistola mientras él y otros se aceleran en auto de vuelta a la casa. La película es idéntica a un corto francés de 1908 llamado Le médecin du château. Sin embargo, la técnica se convertiría en el sello de Griffith al aparecer en otros cortos suyos como The Lonedale Operator (1911), The Battle of Elderbush Gulch (1913), y largos como El nacimiento de una nación e Intolerancia (1916).

The Lonely Villa es también importante en la filmografía de Griffith porque nos muestra a una de muchas mujeres fuertes y armadas que protagonizan sus películas. En Intolerancia, por ejemplo, una muchacha de Babilonia muere como una guerrera. Es cierto que lo hace por amor al príncipe Baltasar, pero sus acciones desafían el estándar de lo femenino a principios del siglo XX. Un mejor ejemplo de este feminismo temprano es Judith of Bethulia (1914), el primer largometraje de Biograph, que cuenta la historia bíblica de cómo una viuda judía vence a los asirios cortándole la cabeza a su líder. Es una heroína cinematográfica excepcional para los tiempos cuando aún no podían votar las mujeres.

El feminismo de Griffith parece relacionado con la visión socialista de un corto suyo llamado A Corner in Wheat (1909), donde el director muestra los efectos entre los pobres de la acumulación. El orden vuelve cuando un malvado capitalista muere ahogado en el trigo con el que especuló para aumentar su riqueza. Es un castigo simbólico que nos hace preguntarnos cómo un hombre con esa consciencia social pudo hacer una película tan racista como El nacimiento de una nación. En ella los personajes afroamericanos —muchos interpretados por actores blancos maquillados— se comportan como bestias que provocan la Guerra Civil. Quizá las razones estén en su ascendencia. Griffith era hijo de un coronel confederado que murió cuando él tenía diez años y entonces su madre se convirtió en la proveedora de una familia pobre. Esto, claro, no excusa sus limitadas representaciones de otras razas pero algo nos dice del efecto que tiene la circunstancia sobre la consciencia. Al menos Griffith intentó combatir el racismo en Lirios rotos (1919), aunque su representación de un chino idealizado es también cuestionable.

Hombre de su tiempo, Griffith intentó ser mejor que él a pesar de su torpeza en los temas raciales. Su genio y sus ideas más progresistas salvarán su memoria para sociedades más incluyentes que la suya.