10 · 18 · 21 Canoa: Felipe Cazals y los vestigios de la violencia Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña Felipe Cazals (1937-2021) será recordado como una de las grandes voces de nuestro país al aportar una mirada distinta y descarnada en un momento trascendental para nuestra cinematografía al inicio de los años setenta. Desde sus primeras películas, Cazals exploró con crudeza eventos de nota roja, violencia y criminalidad del México real, para encontrar los vestigios de nuestra crisis, temores y odios. En los hechos policíacos y los sucesos violentos que fueron abono para los medios de comunicación amarillistas, así como en los recovecos y corruptelas de la justicia, Cazals encontró un microcosmos social al igual que las contradicciones y frustraciones que acarreamos como nación. Y, justo, su primer acercamiento a la violencia ejercida por la propia sociedad y las instituciones, resultó una suerte de metáfora de la masacre de 1968. Es el caso de Canoa. Memoria de un hecho vergonzoso (1975). Los hechos: el 14 de septiembre de 1968, cinco empleados de la Universidad Autónoma de Puebla salieron rumbo a la localidad de San Miguel Canoa con la intención de escalar el volcán La Malinche y pasar ahí los días feriados de las fiestas patrias. El viaje inició de manera accidentada desde un principio, debido al tiempo perdido, mientras esperaban a otros tantos compañeros que nunca llegaron y por ello, los jóvenes excursionistas arribaron a Canoa ya muy tarde, en una noche oscura y lluviosa que presagiaba una tormenta de sangre. Debido al aguacero, se refugiaron en una tienda del pueblo. Más tarde, se les negó albergue en el curato y en la presidencia municipal donde sólo encontraron hostilidad. El servicio de autobuses había terminado y es entonces cuando se topan con Pedro García, un lugareño, pero residente en la capital, que les ofrece hospedaje en casa de Lucas, su hermano. Pocas horas después, el pueblo se sacude con el sonar de las campanas de la iglesia y los altavoces que incitan al pueblo a defenderse de los “comunistas” que llegaron para robarles a sus hijos. Una turba que superaba las mil personas, todas ellas armadas con palos, machetes y escopetas, saciaban su brutal dosis de ancestral fanatismo en uno de los más feroces linchamientos que la historia nacional registra y que hoy en día es una práctica cotidiana en el México contemporáneo. Canoa (1975, dir. Felipe Cazals) Canoa, al igual que otros títulos como: Cascabel (dir. Raúl Araiza, 1976), Nuevo Mundo (dir. Gabriel Retes, 1976), Los albañiles (dir. Jorge Fons, 1976), Matiné (dir. Jaime Humberto Hermosillo, 1976), Llovizna (dir. Sergio Olhovich, 1977) y más, surgen como relatos representativos del periodo Echeverrista, al agrupar varias de las consignas del cine de ese momento: denuncia política, crítica y terror social, predominio de la violencia. No obstante, Canoa, sin duda la mejor película de Felipe Cazals y su guionista Tomás Pérez Turrent, superó toda expectativa para erigirse como una cruda y sangrienta alegoría de los sucesos políticos del 2 de octubre de 1968, a los que hacía referencia de manera indirecta. En efecto, Canoa consigue materializar el horror de la Plaza de las Tres Culturas con una historia de provincia inspirada en fatídicos hechos verídicos que presagiaban la masacre. El argumento se centraba en un grupo de jóvenes tachados de "subversivos y comunistas" durante los días más agitados del movimiento estudiantil, linchados por la reaccionaria comunidad de San Miguel Canoa en septiembre de 1968. A la distancia, Canoa sigue siendo por mucho, una de las más intensas rarezas del cine mexicano. El cineasta exploró como nunca los propios límites de su visceralidad con una narrativa sólida e inquietante, apoyada en un estupendo trabajo fotográfico de Alex Phillips Jr., que mantiene ese tono realista y semidocumental planteado por Cazals y Pérez Turrent. A su vez, el filme cobra fuerza debido al montaje de Rafael Ceballos y las notables interpretaciones de un cuadro histriónico insuperable que incluye a: Ernesto Gómez Cruz, Enrique Lucero como el siniestro cura (muy en deuda física con el presidente Gustavo Díaz Ordaz), un excepcional Salvador Sánchez como el narrador, la azuzadora Malena Doria y los jóvenes: Arturo Alegro, Roberto Sosa padre, Carlos Chávez, Jaime Garza y Gerardo Vigil. Incluso, el cartel diseñado por Rafael López Castro que promocionaba el filme está considerado hoy en día uno de los mejores trabajos de arte. Poco después de aquel hecho vergonzoso, las condenas para los atacantes de San Miguel Canoa, fueron mínimas y el fanático sacerdote ni siquiera fue llamado a declarar. Con Canoa, seguida de El apando (1975), inspirada en la novela de José Revueltas, y Las Poquianchis (1976), Cazals completó su trilogía del horror social, a la que le seguirían algunos posteriores trabajos excepcionales como: Bajo la metralla (1982), Los motivos de Luz (1985) o Las vueltas del Citrillo (2005), entre otros.