31 · 07 · 20 Bergman, Antonioni, y el cine moderno de los años sesenta Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Sébastien Blayac Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni, figuras esenciales del arte cinematográfico, fallecieron a unas horas de distancia el 30 de julio de 2007. Más allá de esta extraña y extraordinaria coincidencia, es la oportunidad de interrogarse sobre el legado de estos inmensos cineastas y en particular sobre la noción de modernidad en el cine. Desierto Rojo (1964), Blow Up (1966) y Zabriskie Point (1970) A 13 años de su desaparición, resurge un fascinante parentesco entre los dos cineastas a pesar de la diferencia formal de sus películas: tanto Antonioni como Bergman impusieron la idea de un mundo mental en concurrencia con el mundo real dónde estalla cualquier certeza. Articularon todo un cuestionamiento sobre la representación del mundo y de sus personajes. En sus respectivas diferencias, rompieron con la dramaturgia convencional al alterar las estructuras narrativas clásicas, al conciliar la experimentación plástica, la búsqueda de un lenguaje personal y una escritura única. Finalmente comparten una visión oscura de las relaciones humanas, una predilección por los personajes femeninos, la superación de las prohibiciones sociales o religiosas, y cada secuencia de sus obras parece mostrar una densidad asombrosa y una terrible batalla entre los sentimientos de los personajes y su aparente desapego. Juntos sentaron las bases del cine moderno, una transformación estética que revolucionaron su arte y, por lo tanto, la forma de mirar el mundo.