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Arturo Castelán y el Festival MIX

Hace 26 años, en septiembre de 1998 y en omisión a una buena política gubernamental –como hoy en día- y sobre todo a falta de dinero, la producción de cine nacional se veía mermada. Curiosamente, directores con obra y estudiantes de cine se lanzaban en la búsqueda de una industria en pequeño a partir de aquel ex patito feo y carne de cañón de nuestras instituciones: el cortometraje. En ese contexto, donde afinan su estilo buenos cineastas en potencia y se foguean las nuevas generaciones responsables de romper las barreras burocráticas impuestas por funcionarios, surgía el Primer Festival de Cortometraje promovido de manera heroica por entusiastas promotores que estaban por despegar hacia alturas insólitas como lo eran en ese momento: Daniela Michel, Enrique Ortiga, Arturo Castelán, Yesika Mena y otros más, en un “último” acto de fe por un cine nacional que amenazaba con desaparecer y que incluía cortos, de jóvenes cineastas que aún no debutaban en el largometraje como: Javier Solar, Andrés León Becker, Diego Muñoz, Rigoberto Castañeda, Kenya Márquez, Carlos Cuarón, Lucía Gajá, Aarón Fernández y Eva Aridjis, entre otros.

Arturo Castelán
Arturo Castelán

Dos años atrás, en junio de 1996, Arturo Castelán fundaba el hoy mítico Festival MIX - Cine y Diversidad Sexual que funcionaba como una válvula de escape y a la vez era una manera de otorgar visibilidad a la comunidad LGBT+ en suma reprimida por aquellos años, en medio de los estragos y la alerta de otra pandemia: la del VIH/SIDA. Castelán, encontró apoyo en Edna Campos, hoy directora de Macabro: Festival Internacional de Horror de la CDMX, del que fuera a su vez cofundador. La repentina muerte de una persona joven y querida dentro del medio, como fue Castelán, caracterizado por su sencillez y buen humor sorprende y duele.

Resulta imposible desligar la figura y la presencia de Arturo a la trascendencia que alcanzó el Festival MIX, un evento que se consolidó de manera rápida y eficaz y que recién cumplió ¡28 años!, superando los obstáculos de paranoias y odios encontrados que aún hoy en día acarrea la ignorancia y la homofobia. En ese sentido, resultaba no sólo atrayente, sino admirable y valiente la constancia de un festival fílmico como MIX que aludía a todas las perspectivas de género desde el cine y el video. Una manera de sensibilizar a antiguos o nuevos espectadores a través de un cine alternativo, poco comercial y con nuevos lenguajes y propuestas, que se proyectaba en sitios como la Cineteca Nacional, la Biblioteca de México, el Cinematógrafo del Chopo, Cinemanía y El almacén.

En sus inicios, por ejemplo, Castelán a través de MIX, presentó Beefcake (1998) de Thom Fitzgerald, curiosa mezcla de material de archivo y acción dramática que recuperaba el trabajo del fotógrafo Bob Mizer de la revista Phisique Pictorial, que mostraba las habilidades físicas de atletas semidesnudos permitiendo lecturas ocultas sobre la cultura gay y underground del deporte estadunidense en la década de los cincuenta. O los inquietantes Retratos (1999) de Ricardo Nicolayevski, filmados en México y Nueva York entre 1982 y1985, como el cuadro de Adriana “La pajarita” bailando un mambo de Dámaso Pérez Prado o el retrato de Scarlet, una suerte de pequeño estudio de horror erótico que incluía contorsiones, masturbación, calaveras y un muñeco de plástico. Así como Velvet Goldmine (1998) de Todd Haynes, deliciosa recreación del rock glam en los setenta o la polémica Frisk (1996) de Todd Verow, que mezclaba, cine snuff, asesinos en serie, masoquismo, pornografía y suspenso…

Imposible olvidar a Arturo Castelán, incansable promotor de la diversidad…