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Alain Guiraudie: Los rumores de lo normal | Segunda parte

Alonso Díaz de la Vega

Este texto fue publicado originalmente en la Revista Correspondencias. Edición Especial FICUNAM-TV UNAM.

Probablemente el más reconocido director gay en el cine francés contemporáneo, Alain Guiraudie hace películas sobre la vida homosexual pero sería equivocado llamarles crónicas. En El rey de las fugas (2009), donde se enamoran un cuarentón gay y la adolescente que salva de ser violada por una pandilla, recurren escenas en un punto de cruising donde se reúnen hombres maduros para tener sexo entre sí. La noticia de un anciano con un pene descomunal emociona al protagonista, que llega a tener humorísticas ensoñaciones con él en lo que parece una parodia de la pederastia platónica.

El rey de las fugas (2009, dir. Alain Guiraudie)

El rey de las fugas (2009, dir. Alain Guiraudie)

Si en la antigüedad era bien visto el estupro, en nuestro tiempo Guiraudie representa con ironía relaciones entre hombres y ancianos en sus largometrajes, desde No hay reposo para los valientes (2003) hasta Animal vertical (2016). En esta última un director desahuciado que duda entre retener su visión artística y hacer un guión comercial para mantener a su bebé, le cumple su última voluntad sexual a un anciano mientras hace efecto el veneno que lo matará. Aunque el retorcido humor de la escena es típico en el cine de Guiraudie, el sonido en ella es más bien una excepción. Antes de su último coito, el anciano, como lo ha hecho en todas sus apariciones, pone un disco de Pink Floyd a todo volumen aunque en realidad se trata de una banda que imita a Pink Floyd. La explosión de las bocinas encubre un elemento, más que característico, fundamental en el cine de Guiraudie: los rumores del cuerpo. A lo largo de su obra, éstos, junto con otros, son la voz que describe y completa la imagen del mundo en pantalla.

Ya desde No hay reposo para los valientes, el director había logrado mostrar un entorno inexplorado por la cámara, es decir, nunca vemos a cuadro las abejas, los patos, los pájaros, pero su existencia resulta innegable porque los escuchamos. Guiraudie crea con el sonido presencias fuera de cámara que le dan un volumen casi real a sus espacios. La noche en un departamento suena como autos que se alejan en el exterior y también como un gato que maúlla buscando tal vez comida. Cuando un personaje masacra a todo un pueblo, el silencio se convierte en un símbolo claro y espeluznante de lo que ha pasado. Pero El extraño del lago (2013) es, a mi juicio, la cinta de Guiraudie que mejor emplea el sonido al integrar las conversaciones y los gemidos, los susurros y los gritos, a un mundo que probablemente nos parezca hermoso pero que en su abundante naturalidad le responde a sus protagonistas con la indiferencia de rachas sibilantes.

No hay reposo para los valientes (2003, dir. Alain Guiraudie)

No hay reposo para los valientes (2003, dir. Alain Guiraudie)

La trama sigue a Franck, un joven homosexual que a menudo visita un lago durante sus vacaciones de verano. La orilla donde elige asolearse es otro punto de cruising en la filmografía de Guiraudie, pero este guarda una metáfora de la ilusión romántica y su inevitable desintegración. Franck se enamora de Michel, un nadador con el que a veces se tiende en el pasto detrás de la playa. Entre paquetes rotos de condones, las primeras veces sólo intentan poseer el cuerpo del otro, pero con el tiempo Franck comienza a hacer el amor. Por eso no denuncia a Michel cuando lo ve ahogar a su novio. La muerte amenaza el paraíso: Et in Arcadia ego.

Lo extraordinario en la dirección de Guiraudie es la franqueza con que representa una sexualidad que la Francia rural considera inaceptable. Sus combinaciones de hombre y hombre, hombre y adolescente, hombre y viejo, ya son suficientes para atraer el escándalo, pero sus imágenes, cada vez más explícitas, manifiestan un deseo de normalidad que alcanza lo político. En El rey de las fugas, una especie de Lolita invertida llamada Curly se adhiere, desnuda, a Armand, pero Guiraudie evade la perversión. Es ella quien persigue al homosexual Armand y la cámara suele filmar por encima de la cintura, sin exigir situaciones que no se puedan simular. La intención del director es revertir estereotipos: normalizar los márgenes. El sonido, que sustituye las convenciones que mencioné en un principio, interviene con succiones y el choque de las pieles. El sexo, en el cine de Guiraudie, posee una voz auténtica y, hay que insistirlo: política. Enemigo del romanticismo que conduce a la desilusión, Guiraudie nos presenta escenas que suenan y se miran como las reales y que celebran lo que el cine industrial oculta con vergüenza: el chasquido de los sexos.

En El extraño del lago esos sonidos se enredan con la presencia ineludible de la naturaleza. Se reconcilian el mundo humano y el natural para decir con absoluta claridad lo que sugiere el resto de la filmografía de Guiraudie: no existe lo anormal, sólo lo dañino. Franck no sufre por ser gay o por ser promiscuo sino por ser ingenuo. Su sexualidad es la mayor fuente de gozo en el silencio del lago y es el sonido que lo aviva. Así inicia el diálogo entre las hojas y el coito, entre la mano complaciendo y el agua chapoteando, entre la boca consintiendo y el follaje susurrando. Como los lobos y los pájaros, los hombres en El extraño del lago viven sus insólitas vidas sin temor a ser vistos o escuchados. En todo caso, y más por añadir su excéntrico sentido del humor, Guiraudie nos muestra a Michel pidiéndole a un voyerista que se vaya a masturbar a otro lado mientras está con Franck.

El extraño del lago (2013, dir. Alain Guiraudie)

El extraño del lago (2013, dir. Alain Guiraudie)

Quizás algunos vean en esto un descenso a la bestialidad. A mí me parece un encuentro entre el nihilismo y el hedonismo. El silencio del mundo, un símbolo inequívoco de su indiferencia, se sustituye con la sinfonía del placer. Más que igualar al humano y a la bestia, Guiraudie los hermana en la igualdad, como al final de Animal vertical. Ahí la dignidad de los protagonistas los salvará de los lobos. Si tan sólo se mantienen erguidos, verticales, vivirán.

Franck, al contrario, se dobla, como el espectador reaccionario ante el cine de Guiraudie. Uno, en su ingenuidad, termina rodeado por la muerte. El otro, en su otra ingenuidad, termina asqueado por lo que debería resultarle normal. A Franck le cae encima el pesado misterio de la noche mientras grita el nombre de Michel, que probablemente lo matará. A la audiencia conservadora le cae encima el oscurantismo del romance, que le impide percibir sin juicio y sin desdén los excitantes coros de la realidad. El cine de Guiraudie habla de estos románticos y también les habla a ellos en un intento de transformar su mirada a través de susurros.

Lee más sobre Alain Guiraudie en la primera parte de esta serie.