Pasar al contenido principal

Violencia de género y cine dentro del cine

Uno de los más polémicos estrenos mexicanos del presente año fue sin duda Un actor malo (2023), de Jorge Cuchi, ganador en el FICM con 50 o Dos ballenas se encuentran en la playa (2020). Más allá de la ambigüedad y los excesos de su incendiaria Un actor malo, el filme protagonizado por Fiona Palomo y Alfonso Dosal, incidía en la violencia y el abuso contra una actriz en el interior de un rodaje. Es decir, el cine dentro del cine es un pretexto para sumergirse en el machismo y la brutalidad que se ejerce contra la mujer. Tópicos de un par de insólitos relatos, poco conocidos y menospreciados del cine de los setenta en su etapa final.

Resulta inquietante que con tan sólo un mes de diferencia, tanto el realizador Alberto Bojórquez como José “El Perro” Estrada filmaran, cada uno por separado, un par de crudísimas y desoladoras tramas ambientadas en la industria fílmica nacional y con la inercia del cine echeverrista que les precedía. Más intrigante aún, es que sus respectivas películas: Adriana del Río, actriz (1978) y Ángela Morante ¿Crimen o suicidio? Retrato de una intimidad (1978) se concentren en jovencitas extras de cine, sin experiencia, que poco a poco escalan posiciones en el medio cinematográfico. De manera curiosa, las dos debutan en westerns y en sus respectivas escenas finales son ligadas a publicaciones amarillistas.

No sólo eso, la inicial de ambas es la letra A y en los dos casos se trata de actrices debutantes: Tere Álvarez y Blanca Baldó, respectivamente. No obstante, más impresionante es el hecho, de que ambas películas no son en esencia dramas sobre el ambiente cinematográfico mexicano de ese momento, sino que toman como excusa la exploración del cine desde sus entrañas, para exponer la violencia de género, el machismo implacable y las devastadoras y abusivas reglas sociales de la época, donde mujeres hermosas son reducidas a objetos sexuales y a toda clase de humillaciones y abusos, que van de las burlas, los regaños y la represión, al asesinato, en un tiempo donde la palabra “feminicidio” no existía de facto. 

Ángela Morante ¿Crimen o suicidio? Retrato de una intimidad (1978, dir. José Estrada)

Si el filme de Ángela Morante… con la principiante Blanca Baldó de 26 años, recién llegada de Venezuela, además de exponer la intimidación contra las mujeres, se sumerge en el periodismo sensacionalista de nota roja y la corrupción judicial, Adriana del Río, actriz, traza la ruta de iniquidades y atropellos, imposiciones machistas, cosificación y degradación que sufre la protagonista Tere Álvarez, en la vida real, una secretaria de los Estudios América sin experiencia, incorporada como actriz. 

Al abrazar el thriller amargo y el suspenso, la película del Perro Estrada va reinterpretando y se sumerge en la vida “oculta” de la protagonista. En cambio, la cinta de Bojórquez es una sórdida, triste y, sobre todo, sorprendente radiografía de una joven atractiva en aquella sociedad patriarcal del México de los setenta; por supuesto, el hecho de que se trate de una aspirante a “estrella” en el medio fílmico y del espectáculo nocturno, su “vida” se ejemplifica con mayor crudeza. No obstante, el medio o el ambiente es lo de menos y queda claro que la mujer de ese momento sólo era vista como una “cosa” cuyo fin era satisfacer el morbo y las fantasías masculinas, sea una secretaria, una abogada, una profesora, una estudiante, una empleada doméstica o lo que fuere.

Ángela Morante ¿Crimen o suicidio? Retrato de una intimidad (1978, dir. José Estrada)

Escena inquietante es aquella del cumpleaños de Ángela, quien lleva una peluca rizada: su amante adinerado (Rafael Baledón) le regala un collar de brillantes; Rosa, su mejor amiga (Ana Martin), los mira subir por la escalera del lujoso departamento que aquel le ha dado, y al día siguiente Ángela será encontrada sin vida. Ángela Morante es un filme de enorme crudeza y descarnadas escenas sexuales; todo ello, con un estilo de policial negro con referencias constantes a la corrupción de hombres e instituciones y a su vez, al romance necrófilo visto en el filme de Laura (1944, dir. Otto Preminger) donde la desilusión, la obsesión y la muerte es el punto que lo sostiene.

Por su parte, desde la primera escena de Adriana del Río, actriz, Bojórquez establece el candor o ingenuidad de la protagonista que se maquilla para agradar y ser escogida en el rodaje, siempre dispuesta a destacar a cómo de lugar. Lo que sigue, es una escalada de sometimiento femenino y explotación que de a poco la trastocan en mercancía, en un trozo de carne para satisfacer a los hombres: pide perdón al realizador del western por reaccionar ante la nalgada que le ha propinado el héroe viril encarnado por Jorge Rivero que aparece aquí como espejo de sí mismo o de su imagen en la pantalla, en un filme brutal en el que prácticamente todos los personajes masculinos resultan repugnantes y aprovechan su posición de poder.