15 · 06 · 11 Tin Dirdamal recomienda Los viejos, de Martín Boulocq Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Tin Dirdamal, director de De nadie, Selección Oficial FICM 2005, y de Ríos de hombres, Selección Oficial FICM 2011 Los viejos (2011) es una película que te avienta a un precipicio; es una caída lenta al interior de una familia que habita un viñedo al sur de Bolivia fragmentada por sus propios secretos y por la dictadura militar de hace tres décadas. Es una tormenta silenciosa que logra revolcarte en la condición humana. La película abre con tomas de archivo de unos hombres que son desnudados a punta de cañón a la mitad del frío y desértico paisaje del altiplano boliviano. Así inicia el viaje de sutilezas y de ambigüedades que poco a poco realiza Toño (Roberto Guilhon), hijo de desaparecidos de la dictadura boliviana, cuando regresa a su pueblo natal después de una larga ausencia en el extranjero. Con apenas algunos diálogos, la película te sumerge en un pequeño mundo de roces que revelan el pasado de esta familia rota con la que se encuentra Toño, el viajero. Su tío y padre adoptivo, Mario (Julio Iglesias), está gravemente enfermo. Toño y Ana (Andrea Camponovo) –su prima mayor que, se sugiere, fue su primer amor durante la adolescencia– intentan descifrar el pasado que no concilian del todo, pero que cargan y que los confunde. Él intenta entender la desaparición de sus padres en estos campos. Intenta dejar ir a su abuelo que se acerca más y más a la muerte. Y espera... Ella lo acompaña en silencio. Los viejos consigue congelar al espectador en un estado hipnótico a través de paisajes conmovedores y melancólicos que reflejan el laberinto que es el espíritu humano cuando intenta entender qué es lo que lo ata y no lo deja ser libre. Es una melodía visual de un cineasta joven pero maduro, el cochabambino Martín Boulocq, que sabe retratar la espera y el recuerdo de una manera bella e inteligente. Como cuando la planta de la vid amanece una mañana con las hojas congeladas por el rocío y el hielo se va volviendo agua mientras Toño atraviesa el viñedo y en su mente queda atrapado un discurso militar de hace 30 años. La película fue estrenada hace un par de meses en los cines bolivianos y, desde que la vi, no me la he podido sacar de la cabeza. Todavía está en búsqueda de su estreno internacional en algún festival de cine. Esta poderosa y casi silente obra de Boulocq es definitivamente uno de los filmes más interesantes de este año. Es una cinta que trasciende al tiempo y a la que uno podrá regresar cada vez que su alma requiera de alimento.