10 · 08 · 18 Robert Aldrich: El pesimismo y la independencia Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Alonso Díaz de la Vega @diazdelavega1 Alonso Díaz de la Vega Cuando se estrenó Tiempos violentos (1994), de Quentin Tarantino, las discusiones entre espectadores se centraban en el significado de un resplandeciente maletín. ¿Contenía el alma de Marsellus Wallace? ¡Por eso usaba un curita en la nuca! Era el claro símbolo de un desalmado. Los cinéfilos más experimentados notaron las muchas alusiones a la historia del cine en el filme de Tarantino y probablemente se dieron cuenta de que el resplandor dentro del maletín de Marsellus evocaba uno de los film noir más importantes de los años cincuenta: El beso mortal (1955). Dirigido por Robert Aldrich, una de las figuras esenciales del cine independiente estadounidense, este filme gira alrededor de un misterio que culmina con una caja de Pandora de donde proviene un brillo asesino. El hecho de que Tarantino, el nuevo gran cineasta fuera del sistema, citara a Aldrich, establecía una especie de linaje donde el joven director figuraba como heredero. En Bastardos sin gloria (2009) Tarantino volvería a aludir a una cinta de Aldrich, Doce al patíbulo (1967), confirmando así el legado de su maestro. En las películas emblemáticas de Aldrich nos encontramos a menudo con el crédito “Producida y dirigida por Robert Aldrich”. Es la firma de un hombre autónomo que prefirió la dura tarea de ser su propio productor que ceder a los deseos de los grandes ejecutivos de Hollywood. Con The Associates & Aldrich Company demostró estar más preocupado por hacer del cine una forma de expresión personal que una fábrica de entretenimiento, sin embargo sus películas son bastante entretenidas. Al igual que otros colegas de su generación, como Samuel Fuller y Anthony Mann, Aldrich se dedicó al cine de género, con películas de guerra, suspenso, aventura, pero muchas están ligadas por sus obsesiones. El suyo no es un mero acto de creación en serie como la de los directores bajo contrato sino una búsqueda dentro de sí mismo y a la vez un rato espectacular. En el cine de Aldrich solemos ver comunidades de hombres en situaciones extremas. En ¡Ataque! (1956), El vuelo del fénix (1965) y Doce al patíbulo la supervivencia en la guerra y en un desierto generan una tensión que llevará a los protagonistas al conflicto no sólo con sus enemigos y el clima, sino entre ellos mismos. En Golpe bajo (1974) un juego de futbol americano semiprofesional les dará a los presos de una cárcel su única oportunidad de humillar a los guardias, pero antes deberán llevarse bien entre ellos. Aldrich parece fascinado por el liderazgo en crisis mientras observa cómo un capitán inepto es confrontado por su teniente en ¡Ataque! Antes de la crítica que hizo Stanley Kubrick a la burocracia militar en Patrulla infernal (1957), Aldrich mostró al ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial como una institución corrupta donde vale más el ascenso que las vidas de los hombres. Ataque (1956, dir. Robert Aldrich) Aunque El vuelo del fénix fue desestimada por el crítico Bosley Crowther como “oscura e inverosímil”, este filme sobre un grupo de hombres que quedan varados en el desierto después de que su avión choca explora el contraste entre varias dicotomías, como la teoría y la práctica, la juventud y la vejez y el estudio y la experiencia. El piloto, interpretado por James Stewart, pelea constantemente con un joven ingeniero alemán por el control de la tripulación pero con el tiempo descubrirán que sólo la colaboración puede salvarlos. En Doce al patíbulo pasa algo similar conforme un oficial al mando de una misión suicida logra que un grupo de soldados indisciplinados se comporten como un equipo. Aldrich lo hace para desarrollar sus temas pero también como estrategia narrativa que hace de la batalla final un evento conmovedor. Para ese momento a la audiencia le importan los personajes y sus destinos les afectan. El carácter del protagonista en El beso mortal logra un efecto similar y nos describe otro de los grandes temas de Aldrich: la vanidad. El detective Mike Hammer, interpretado por Ralph Meeker, de repente se encuentra en medio de una conspiración del gobierno cuando recoge a una muchacha en una carretera, pero lo que al principio parece un castigo del destino pronto se convierte en el resultado de una necedad. Los amigos de Mike comienzan a morir a su alrededor en su obsesión de saber la verdad y de probarse que es el gran detective que presume ser. No está de más añadir que El beso mortal es otra cinta de Aldrich que demuestra una fe nula en las instituciones del gobierno y sus personajes se alejan de los policías bonachones que preferían las autoridades. ¿Qué pasó con Baby Jane? (1962, dir. Robert Aldrich) En la película más famosa de Aldrich, ¿Qué pasó con Baby Jane? (1962), la vanidad regresa al centro como un venenoso carácter que separa a dos hermanas. Criadas por unos padres que las ponen a competir, las hermanas Hudson resienten su fama mutuamente y se destruyen con mentiras y malos tratos. Interpretadas por las rivales de la vida real, Joan Crawford y Bette Davis, ambas alcanzan la misma tensión que los elencos masculinos de Aldrich y afirman una visión universal de la mezquindad humana. Las sombras en esta película evocan las de ¡Ataque! porque en ambos casos resultan inusuales pero sobre todo expresivas de un pesimismo inacabable. Quizá los finales ambiguos del director se debían a esta visión. Aldrich suele dejarnos con sobrevivientes de la catástrofe en un último instante previo a la redención o la oscuridad total. Por un lado, son escenas que complacen a la audiencia porque se puede imaginar que todo mejorará después, pero si consideramos la crueldad que las precede, la esperanza se convierte en una ilusión. En buena medida, estos desenlaces son representativos de un director que, navegando en el mundo del entretenimiento, prefirió ser un artista. Su obra es para todos pero a nadie pertenece tanto como a él mismo.