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HOMBRE EN LLAMAS: La ciudad en caos

En 1974 uno de los grandes mitos del cine de la violencia urbana lo representó sin duda El vengador anónimo/Death Wish, del director Michael Winner, obra que lanzara al estrellato al actor Charles Bronson y cuya premisa era el derecho de venganza que ejercía un hombre en el momento en que su mujer y su hija eran atacadas con brutalidad extrema. La secuela se estrenó ocho años después, y entre una y otra apareció una novela con un tema similar escrita por J.A. Quinell, misma que el cineasta Tony Scott intentó llevar a la pantalla en 1987 y acabó dirigiendo Élie Chouraqui con Scott Glenn: Man on Fire. Al final, Tony Scott tuvo que esperar casi dos décadas para concretar el proyecto de Hombre en llamas/Man on Fire, coproducción entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza y México (2004), ambientada en una caótica, insegura y excitante Ciudad de México, en la que un afroestadunidense decide hacer justicia por propia mano.

Hombre en llamas (2004, dir. Tony Scott)
Hombre en llamas (2004, dir. Tony Scott)

Lo curioso, es que más allá del aparente discurso fascista hollywoodense que maneja, o la supuesta trasgresión-agresión hacia México, la película de Scott tocaba un punto neurálgico para los habitantes de este país y en particular de la Ciudad de México de ese momento: la creciente inseguridad, la impunidad de la delincuencia y la corrupción e ineficacia de las instituciones policiacas. Quizá en manos de otro realizador, el filme podría ser recibido como una típica epopeya gringa violenta y urbana con villanos latinoamericanos de caricatura. Sin embargo, Scott y su guionista Brian Helgeland consiguieron evadir ese simple maniqueísmo de exportación, permitiendo al relato avanzar por vericuetos donde los excesos y la realidad adquieren puntos de inquietante equilibrio.

Desde el arranque mismo, Hombre en llamas introduce al espectador en una paranoia de cifras alarmantes en relación al secuestro, y lo hace no sólo a través de datos oficiales, sino por medio de un angustiante utilización de la imagen y el sonido, en la que se intercalan por igual, formatos propios del reportaje televisivo, una cámara siempre en movimiento o un estilo sucio cercano al video aficionado que evade el glamour del thriller.

Es decir: evita la cámara lenta, la visión de la sangre como elemento decorativo, o las tomas espectaculares. Por el contrario, la cámara a cargo de Paul Cameron, simula estar fuera de foco, tambaleante y plagada de zooms para acrecentar esa pegajosa sensación de turbiedad y angustia, apoyada en un montaje vertiginoso y a su vez, en una banda sonora en la que se mezclan texturas tonales que van de las campanas de catedral al infernal ruido de cláxones, pasando por pistas musicales con Linda Rostand, Claude Debussy y Carlos Santana.

Un inspirado Denzel Washington encarna a John Creasy, bebedor y desencantado exagente policiaco que lee la Biblia y termina aceptando el trabajo de guardaespaldas de Pita Ramos (Dakota Fanning), una sensible niña, hija de una pareja estadunidense (Marc Anthony y Radha Mitchell) —él, de origen latino—, que en apariencia atraviesan por una situación difícil que les ha llevado a cambiar su residencia a la Ciudad de México. La relación entre Creasy y Pita adquiere cada vez más fuerza y cuando ella es secuestrada y él gravemente herido en su defensa, la película trastoca el tono para internarse en el horror que ha venido anticipando y Creasy lleva al espectador a recorrer el infierno en que se había convertido el ex Distrito Federal.

Por supuesto, Hombre en llamas contiene algunos momentos extremos e inverosímiles (Creasy es guardaespaldas, tutor de Historia y de natación), explosiones donde se vuelan puentes, el Cine Ópera en la Colonia San Rafael es convertido en antro rave en Nezahualcóyotl. A su vez, el protagonista hace estallar automóviles y neutraliza a una familia de secuestradores con todo y vecinos que bien podrían lincharlo. No obstante, Scott y Helgeland, el notable guionista de Los Ángeles al desnudo y Río místico, colocan el dedo en una llaga que roza de manera sensible a los capitalinos: esa vergonzosa cotidianidad de corrupción, violencia e impotencia en donde policías y secuestradores están en el mismo bando. Y a su vez, hacen creíble y emotiva, la relación entre la niña y Creasy, al tiempo que sacan partido de esa suerte de antihéroe noir, solitario y autodestructivo, que decide sumergirse en las entrañas de un monstruo tan preciso como invisible visto en otras obras como: Los sobornados, El beso de la muerte, A quemarropa o Taxi Driver.

Creasy es aquí, un "artista de las armas y su obra maestra es matar", con idénticas dosis de dignidad y demencia, en un filme que levantó polémica en su estreno, como esa frase que le sueltan al Director de Seguridad Nacional en referencia a Creasy: "El hará más justicia en un fin de semana que usted en 10 años", así como algunos impactantes momentos como el de un estupendo Mario Zaragoza, judicial al que el héroe tortura brutalmente, o sus policías mexicanos asesinos y deshonestos que encarna por ejemplo Jesús Ochoa. Ello, en un relato que trastoca el melodrama en un asunto de moral pública con inclementes dosis de realismo, ironía y desesperanza. Roberto Sosa, Carmen Salinas, Angelina Peláez, Alberto Estrella, Gerardo Taracena, Itatí Cantoral y otros mexicanos tienen participación en Hombre en llamas, estrenada en nuestro país el 13 de agosto de 2004.