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CASCABEL, obra clave del "Echeverrismo"

El periodo presidencial de Luis Echeverría (1970-1976) llegaba a su fin. El lema de su sexenio: "Arriba y adelante" se ajustaba a la perfección a esa suerte de renovación cinematográfica emprendida por un Estado, cuyo objetivo era el integrar efectivos cuadros de producción y lanzar a varios jóvenes realizadores que en breve se convertirían en eficaces cineastas. Sin embargo, para 1976 era evidente que, para el gobierno, una industria como el cine sería, sobre todo, un juguete político que funcionaría más en un plano de autoría personal que como movimiento fílmico social y transformador.

De ahí que realizadores como Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Gabriel Retes, José Estrada, Raúl Araiza, Jaime Humberto Hermosillo y otros más mantuvieran un alto nivel en ese cambio de estafeta sexenal. El "Echeverrismo" finalizaba, no obstante, logró cerrar con una obra clave que mostró con claridad las contradicciones del régimen. Cascabel, ópera prima del realizador de televisión y director de teatro Raúl Araiza, escrita por él mismo, Antonio Monsell y Jorge Patiño, puede ser considerada el emblema de un sexenio que transformó el cine y a su vez, centró las bases de su derrota como industria. La historia de un impetuoso cineasta debutante a quien le encomiendan la dirección de un documental de "encargo" sobre la selva lacandona y sus habitantes, se convirtió en el fiel reflejo de las políticas fílmicas echeverristas: crítica a los vicios del sistema, impacto comercial, sensacionalismo, mensaje edificante y al mismo tiempo de honesta denuncia social.

 

Cascabel (1977, dir. Raúl Araiza)
Cascabel (1977, dir. Raúl Araiza)

Producida por las desaparecidas Conacine y Dasa Films, Cascabel obtuvo un gran éxito en su momento, ganando un Ariel a la Mejor Ópera Prima para Araiza y al Mejor Montaje para Reynaldo P. Portillo, así como el premio Diosas de Plata a la Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guión. "Se arrastra lentamente por la ciudad y la selva. Su veneno es mortal. Su furia no tiene motivo ni respeto..." rezaba la publicidad de una película que se mantuvo en el primer puesto de la taquilla durante seis semanas desde su estreno el 1 de septiembre de 1977 en el cine Latino, donde se enfrentó a películas comerciales como Aeropuerto 77, Carnalidad, Ultimátum nuclear y El automóvil asesino. En la película, Araiza considera la idea de una película dentro de otra película como forma de generar un debate polémico sobre la corrupción gubernamental, mediante una mezcla de documental y ficción dentro y fuera de la pantalla.

El protagonista de la película, interpretado por el extraordinario Sergio Jiménez, es Alfredo Castro (alter ego de Araiza) que recibe su nombre del director Alfredo Gurrola según declaraciones de uno de los guionistas, Jorge Patiño. Castro es recomendado para dirigir un documental que pretende mostrar "la ayuda y el apoyo" que el Estado ofrece a los indígenas lacandones en Chiapas. Sin embargo, cuando llega, se encuentra con el engaño y la corrupción del gobierno, así como con el subdesarrollo rural y la alienación.

Paralelamente, Araiza se centra en las vicisitudes de Castro a través de escenas documentales que filma, con entrevistas a estudiantes de las facultades de Ciencias Políticas y Sociales, Economía y Derecho de la Universidad UNAM, así como a gente de la calle y figuras políticas como Herberto Castillo, entre otros. El resultado es una especie de collage al estilo de los mejores trabajos sociales contemporáneos de la época realizados por la escuela de cine CUEC de la UNAM (hoy Escuela Nacional de Artes Cinematográficas), películas como: El cambio (1971, Alfredo Joskowicz); Chihuahua, un pueblo en lucha (Taller de Cine Octubre, 1974) o Esa mi Irene (1975, Marco López Negrete). Esto fue gracias a la indiscutible pericia técnica de Arazia y a su férrea dirección de actores, que le ayudaron a realizar algunas de las mejores telenovelas de la historia, como: La tormenta (1967); Los caudillos (1968) y El carruaje (1972).

Sorprende el clima de crítica que se mantiene a lo largo de toda la película, hasta su dramático clímax (una especie de siniestra alegoría sobre el poder que destruye las ideas). Igualmente sorprendentes son algunas de las afirmaciones que la película hace sobre el PRI (el partido político hegemónico de la época): "El gobierno no tiene vergüenza" y "¿Libertad de expresión? No seas ingenuo" comenta Raúl Ramírez en su papel del Licenciado Gómez Rul, contratista de Alfredo y parte de la Secretaría de Gobernación, quien también afirma: "Hay que moverse entre medias verdades y medias mentiras". Hacia el final de la película, esto lleva a Castro a renunciar a la dirección del documental, después de que planea filmar el parto de la esposa del líder de los Lancandones, como una forma de enfrentar su trágico destino.

Poco después de realizar este filme, Raúl Araiza realizaría una de las mejores películas sobre el machismo y la crisis de la pareja en México: En la trampa (1978), que incluye una serie de notables interpretaciones naturalistas que consolidarían la fama del director. Tras realizar películas como Fuego en el mar (1979) y Lagunilla mi barrio (1980) optaría por filmes más sencillos. Cascabel, con sus localizaciones en Tenejapa, San Juan Chamula, Chiapas, el edificio Condesa de la calle Mazatlán, el Museo Nacional de Arte (MUNAL) y Ciudad Universitaria, es un retrato honesto, original, sensible y crítico. La película termina con un acto irónico más, oficial, donde se proyectan partes del documental oficial sobre Chiapas al estilo de directores y fotógrafos como Demetrio y Ángel Bilbatúa, con música de Pablo Moncayo, Huapango y la espléndida voz de Jorge Zúñiga. Al mismo tiempo, se muestran fotos ampliadas de los rostros de los indígenas lacandones como una forma de abrir una conversación sobre la pobreza y el abandono social dentro del lujoso evento.