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Adiós a Laurent Cantet: dos obras iniciales

La semana pasada se dio a conocer la noticia del fallecimiento de uno de los más notables cineastas franceses contemporáneos: Laurent Cantet (1961-2024), autor de una obra coherente, comprometida, sensible y humanista que dejó huella en la cinematografía mundial con títulos como: Recursos humanos, El empleo del tiempo/Tiempo de mentir, Bienvenidas al paraíso, 7 días en la Habana, Arthur Rambo o La clase, con la que obtuvo la Palma de Oro en Cannes y la nominación al Oscar a Mejor Cinta Extranjera, ganadora a su vez del premio a lo mejor del cine europeo, entre otras.

Laurent Cantet en la 70ª edición del Festival de Cine de Cannes en Cannes | © Alberto PIZZOLI / AFP

Egresado del Institut des hautes études cinématographiques (IDHEC), llamó la atención por sus relatos multiculturales de enorme sensibilidad, protagonizados por individuos enfrentados al sistema y a las instituciones. Gracias al Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), tuvimos la fortuna de conocerlo en las calles y recintos de la capital Michoacana en varias ocasiones, ya que el realizador fue invitado especial del festival en 2015, 2017 y 2022. Como pequeño homenaje a su obra, sirva este recordatorio de un par de excepcionales cintas con las que Cantet se inició en la industria fílmica.

Metáfora de la colectivización y baluarte de la lucha de clases y el trabajo solidario, la clase obrera ha sido protagonista incansable dentro del cine como sucede en Recursos humanos (1999, Ressources humaines) ópera prima del también documentalista y cortometrajista Laurent Cantet, que se inscribía de manera audaz, emotiva e inteligente en esa temática centrada en la nueva clase trabajadora francesa, cuyo título mismo juega con la capacidad solidaria de un grupo de obreros enfrentados a la insensible maquinaria patronal para quienes los “recursos humanos” representan tan sólo un punto administrativo en la pirámide corporativista.

Recursos humanos llegaba a las mismas conclusiones de otros colegas suyos como: Francois Dupeyron, autor de ¿Qué es la vida? (1999), y Robert Guediguian, el mismo de Marius y Jeanette (1997), Un lugar en el corazón (1998) y La ciudad está tranquila (2000). El punto de arranque es el paradigma de un problema social en la Francia de fin de milenio: la jornada laboral de 35 horas. Frank (Jalil Lespert) es un joven economista que regresa a su ciudad natal e ingresa a la misma fábrica donde su padre (Jean-Claude Vallod) ha trabajado toda la vida. Frank es contratado para estudiar las ventajas y desventajas de la jornada de trabajo fabril y negociar con los sindicatos un punto de concordia. Sin embargo, en la práctica cotidiana, Frank se percata que aquello es sólo una pantalla que concluye con despidos masivos incluyendo el de su propio padre quien se ha partido el lomo sin chistar para que su hijo tenga estudios superiores.

Uno de los momentos más intensos de este sincero retrato de realismo social es aquel en donde el joven y frustrado protagonista reprocha a su padre el haber negado toda su vida su existencia mediante el trabajo enajenante y su sumisión con el patrón, en un filme que evita a toda costa el maniqueísmo y que se ha valido de actores no profesionales al estilo de Ken Loach. De hecho, Recursos humanos plantea un problema de ética moral en el que va de por medio el relevo generacional y como los hijos de aquellos obreros marginados se convierten en representantes de esa pequeña burguesía que los ha explotado por generaciones. Una dolorosa metáfora de esa invencible maquinaria capitalista que acaba con las ilusiones familiares.

Con El empleo del tiempo/ Tiempo de mentir (L’emploi du temps, 2001), Cantet abordaba la crisis de un hombre despedido de una empresa donde laboraba como consultor y su decisión de ocultar el hecho a su familia e inventarse incluso un nuevo empleo de tiempo completo en Suiza. Para ello, el realizador contó con la notable presencia del actor Aurélien Recoing en el papel de Vincent, quien logra dotar de una intrigante verosimilitud a un personaje de doble personalidad inspirado lejanamente en el protagonista de un sonado caso de nota roja en Francia.

Cantet y Ronin Campillo, su coguionista, partieron del caso de Jean-Claude Romand, un hombre sin trabajo que asumió una doble vida estafando a varios conocidos y ello le llevó a cometer una larga serie de asesinatos. El guion elimina la parte sangrienta del asunto que explotó morbosamente la prensa y se concentra en su capacidad camaleónica para integrarse a cualquier medio. Vincent parece un hombre transparente que igual pasa inadvertido en una reunión familiar como padre cariñoso y marido ideal, que trastocándose en ejecutivo de la Organización Mundial de Comercio, en una oficina de la ONU, o en el lobby de un hotel.

Vincent se relaciona a través del teléfono, duerme en su automóvil, se convierte en una suerte de sicópata del tiempo perdido hasta que la situación se vuelve insoportable y es entonces cuando adquiere otra personalidad e involucra a varias personas en un negocio inexistente, incluso es capaz de ayudar a sus amigos con ese empleo inventado. Se trata de un personaje fascinante, atrapado en sus propias dudas y miedos en un mundo competitivo (de ahí, la metáfora del judo y las competencias de su hijo), acorralado entre una estabilidad económica burguesa que le ofrece la familia, el trabajo, un sueldo y un universo liberador de ocio y estafa. Al mismo tiempo, el temor a ser aceptado liberándose de la tutela del padre que le brinda dinero, aunque él repite el mismo esquema con su hijo adolescente. Tiempo de mentir es un drama soberbio sobre el miedo al futuro, la responsabilidad y la inmediatez. Adiós a Laurent Cantet.