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2 de octubre no se olvida

El 22 de julio de 1968, tuvo lugar una batalla campal entre las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria Isaac Ochoterena, incorporada a la UNAM, en la Plaza de la Ciudadela. El Estado envió a más de 200 granaderos que actuaron con violencia destruyendo parte de las instalaciones. A partir de ese momento, la lucha ya no sería entre facciones de diversas escuelas, sino entre el sector estudiantil —apoyado por obreros y burócratas — y el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, cuyo violento clímax tendría lugar en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, la tarde del 2 de octubre de ese mismo año.

Era el fin de la inocencia. El sueño había terminado como lo demostró El grito (1968-70), producido por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC, hoy ENAC), dirigido por Leobardo López Arretche, asistido por Alfredo Joskowicz y filmado entre julio y octubre de ese 1968. El primer y más impactante documento fílmico de un instante clave en la vida política y social del país: una cruda emocional y generacional de la que aún siguen surgiendo relatos de ficción y nuevos documentales que continúan aportando imágenes, ideas, teorías y nuevas pistas para comprender lo incomprensible.

Junto con El grito, destaca a su vez, el trabajo del documentalista Óscar Menéndez: Únete pueblo, 2 de octubre. Aquí México y 1968: en memoria de José Revueltas, con imágenes captadas en aquellos momentos. Instantes de euforia colectiva que a su vez arrojaron visiones de júbilo como las de Mural efímero de Raúl Kamffer, filmado en las Islas de Ciudad Universitaria con la presencia de intelectuales del momento como José Luís Cuevas o Juan José Gurrola.

El grito (1968-70, dir. Leobardo López Arretche)

A cortos y largometrajes en súper 8 y 16 mm., como los de El paletero (1971) Fragmento (1972), Los años duros (1973) y Los bandidos (1974) de Gabriel Retes, sobre la represión social, o la crónica intimista acerca del despertar sexual de dos adolescentes previo a la noche de Tlatelolco en: ¿Y si platicamos de agosto? (1981) de Maryse Sistach y Tómalo como quieras (1972) de Carlos González Morantes, sobre el estado de ánimo y la tensión alrededor de dichos sucesos, se sumaba el interesante corto en súper 8 de David Celestinos, Mi casa de altos techos (1970), que alude a la memoria inmediata del trauma del 68.

Asimismo atractivos filmes industriales de ficción como Canoa (1975) de Felipe Cazals, sobre un grupo de jóvenes tachados de "subversivos” durante los días más álgidos del movimiento estudiantil, linchados por la comunidad de San Miguel Canoa en septiembre de 1968, o El infierno de todos tan temido (1979) de Sergio Olhovich, retrato de un activista del 68, recluido en un manicomio, resultan evocativas alegorías sobre el tema. Lo mismo ocurre con los filmes de Alfredo Joskowicz: Crates (1970) y El cambio (1971) o Recodo de purgatorio (1975) de José Estrada que recrea imágenes del movimiento estudiantil de 1968 e inserta escenas de El grito, como lo hace ¿De qué lado estás? (2002) de Eva López Sánchez.

Uno de los episodios de Ciudad de ciegos (1990) de Alberto Cortés hace referencia directa al movimiento estudiantil. En cambio Rojo amanecer (1989) de Jorge Fons, escrita por Xavier Robles y Guadalupe Ortega, se construye desde el punto de vista de una familia que vive en carne propia la masacre de Tlatelolco en el interior de su departamento, y Borrar de la memoria (2010), thriller noir de Alfredo Gurrola, narra dos historias paralelas que suceden entre 2009 y durante los meses previos y climáticos del movimiento estudiantil de 1968, tal y como ocurre en Tlatelolco. Verano de 1968 (2013) de Carlos Bolado que relata una historia de amor en medio del conflicto político, así como Olimpia (2018) de José Manuel Cravioto, filmada con la técnica de rotoscopía que se ambienta en el interior de Ciudad Universitaria cuando el ejército tomó las instalaciones en septiembre de aquel 1968.

Olimpia (2018, dir. José Manuel Cravioto)

El corto de Ximena Urrutia, Ella (2014), plantea una historia de amor extraña y fallida dentro del contexto del movimiento estudiantil de 1968: Fermín Martínez, miembro de la policía secreta mexicana, es enviado a vigilar a una joven que al parecer está involucrada con el Partido Comunista en los días posteriores a la matanza de Tlatelolco. Hilda (2014), del debutante Andrés Clariond Rangel, cuestiona la pérdida de los ideales en aras de un confort social como alegoría de ideólogos y simpatizantes del movimiento estudiantil subyugados por el sistema político y económico. Los parecidos (2015) de Isaac Ezban, arranca la madrugada del 2 de octubre de 1968 en una perdida estación de camiones y en Lazareto (2019) corto de Gustavo Hernández de Anda un joven soldado apila los cadáveres procedentes de Tlatelolco la noche del 2 de octubre y se ve forzado a interrogar a un estudiante. Por último, en No nos moverán (2024) de Pierre Saint Martin, una madura abogada se obsesiona con localizar al militar que asesinó a su hermano en la Plaza de las Tres Culturas.

Por su parte, en el área documental han surgido nuevas interrogantes e ideas sobre la sociedad mexicana del 68. Ahí está el caso de Operación Galeana (1999), Tlatelolco. Las claves de la masacre (2002), Halcones (2006) y 1968. La conexión americana (2008), dirigidos por Carlos Mendoza y producidos por Canal 6 de julio y Nancy Ventura, que aportan nueva información sobre el “Batallón Olimpia”, comandos de elite del Estado Mayor Presidencial cuya misión era provocar al ejército, la intervención del gobierno estadunidense en el conflicto y siniestra figuras como el torturador Miguel Nassar Haro. Y con aquellas: Memorial del 68 (2006-07) de Nicolás Echeverría y Ciudad Olimpia (2005) de Daniel Inclán y Carlos Hernández

Rojo amanecer (1989, dir. Jorge Fons)

Las imágenes del 68 son otra ruta a seguir. Un camino fílmico a descifrar en diferentes vertientes que miran de manera objetiva, que interpretan los hechos, o que sirven de contexto y ficción para la memoria de un año clave en la historia mundial y nacional. Una semana después del 2 de octubre de 1968, el cine Orfeón estrenaba una cinta mexicana con título premonitorio, Los asesinos (1967) de Jaime Salvador en esa época de dolor, muerte e indignación. Por fortuna, la memoria de 1968 y sus imágenes siguen vigentes como recordatorio de días oscuros que quisiéramos borrar…