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Un espacio para la indeterminación: Entrevista a Josh Appignanesi

Dentro de la programación del 16º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) se proyecta una rareza, en el mejor sentido posible. Animal humano femenino (2018), del director Josh Appignanesi, es un híbrido de documental y ficción donde la novelista mexicana Chloe Aridjis se interpreta a sí misma mientras lleva a cabo la curaduría de una retrospectiva de la artista Leonora Carrington. En el proceso, un misterioso hombre aparece y se establece entre ambos un vínculo que de repente se orienta a la persecución. Para ahondar en los temas de la cinta conversamos con su director, que nos habló de ello y de algunas decisiones estéticas, como el empleo de una cámara de VHS. A continuación presentamos la entrevista completa.

Ya desde el título de la película estás tratando con la feminidad. ¿Qué ideas te llevaron a hacer la película?

El título proviene de uno de los ensayos de Leonora Carrington en el que se negó a limitarse a cualquiera de esas tres definiciones: Mujer, Humano, Animal. Su trabajo está lleno de hibridez y rechaza o complica todas las categorías y creo que Chloe Aridjis, la novelista mexicana y sujeto de nuestra película, que conoció a Carrington cuando aún estaba viva, también es alguien muy preocupada por la hibridez.

Quizás el elemento más notorio en la película es la textura y la calidad de las imágenes. ¿Por qué decidiste filmarlo con una cámara VHS?

El VHS es la textura de nuestra juventud, de nuestra nostalgia y, como toda nostalgia, es romántica. La película trata sobre Chloe, una romántica, alguien que dice de sí misma que "nació tal vez en el siglo equivocado", por lo que el VHS fue una forma de darle a toda la tela de este retrato una textura única de nostalgia y granulosidad acorde con su interior. La vida, la historia. Y también ayuda con la integración de obras de arte (pinturas de Carrington) con personajes en vivo para que se vieran casi "imaginarios". Como si la obra de arte hubiera cobrado vida.

En general, la película parece abarcar la exploración. Muchos de los actores están trabajando como tales por primera vez, incluida la protagonista, Chloe Aridjis. ¿Qué efecto tuvo esta decisión en la película y en el proceso de filmación?

Filmamos poco a poco, durante dos años. Unos días aquí, unos días allí, sin guion al principio. Sólo observamos lo que sucedió en situaciones reales, pero también describimos algunos elementos de ellos. Son "personas reales" pero están interpretando una versión exagerada de sí mismos. Y luego, viendo qué resonancias dio la realidad a la historia más amplia que queríamos abordar, y escribiendo o creando nuevos elementos para vincular todo.

Es un enfoque surrealista de la práctica cinematográfica, uno que posiblemente no podría hacer si tuviera un presupuesto y algún tipo de calendario comercial. Hubo una libertad total. Al final, escribí un guion sólo para asegurarme de que todo se uniera y llenara ciertos vacíos. Pero en medida de lo posible, sí, la práctica fue de exploración, la narrativa fue de exploración. El objetivo principal era mantener un espacio para la indeterminación, como dice el personaje de Chloe en la conclusión de la película. "Tenemos que mantener abierto un espacio para la indeterminación", y creo que en estos tiempos políticos tan excesivamente determinados es algo crucial.

Otro elemento muy importante es la mezcla de documental y ficción. ¿Cómo te ayudó eso a reflejar los temas de la película? Por otro lado, tanto Aridjis como Leonora Carrington están inevitablemente vinculadas a México. ¿La cultura y la identidad mexicanas tuvieron un impacto en la narración? O quizás podrías contarnos cómo te ha influido como artista.

Para mí, lo que es particularmente mexicano acerca de la película es su sincretismo, su cualidad transitoria de tener tanto el viejo mundo como el nuevo mundo, sobre el diálogo entre el viejo mundo y el nuevo mundo, una hibridez.

En la película hay una imagen de Leonora Carrington donde dice que una mujer tiene que poseer su alma, no dársela a un hombre. En los tiempos de #MeToo, ¿crees que Carrington debería convertirse en una especie de luz de guía?

Creo que ella misma podría haberse resistido a la idea de una luz de guía. Ella nos guió, con seguridad, e iluminó nuestras vidas, pero desconfiaba increíblemente de la hagiografía, de la esencialización de las personas, de cerrar las cosas de esa manera. Así que la película quiere rehabilitarla como una especie de ícono proto-feminista y, al mismo tiempo, tratar de normalizar todo esto como una discusión intergeneracional entre dos generaciones de mujeres creativas, frustrada en algunos aspectos por el patriarcado, pero sobreviviéndola de manera creativa. Y ese diálogo y creatividad son claves para esa supervivencia. No se trata de convertirse en una autoridad, se trata de diálogo, creatividad y cambio.