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Ana y Bruno: el riesgo y la visión

Alonso Díaz de la Vega

En cierto sentido, Ana y Bruno (2018), del director mexicano Carlos Carrera, es una secuela de su cortometraje El héroe (1994), que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. El más reciente y esperado largometraje de Carrera no tiene que ver con su corto en términos de trama, por supuesto, pero el diseño de los personajes y el tono de ambas películas muestran la marca de su director y dan continuidad a una visión del mundo donde la felicidad no es necesariamente el factor común de la existencia. Al contrario, en El héroe el acto desinteresado de un hombre que salva a una muchacha de caer a las vías del metro resulta ser un infructuoso intento de rescatar la belleza en medio de un mundo infinitamente feo. Los personajes parecen monstruos —hay los que se comportan como unos— y la estación del metro es un gris laberinto de pesadumbre. 

Ana y Bruno comienza pareciendo algo distinto. Una niña y sus padres se dirigen a una especie de retiro, aparentemente para vacacionar. El mundo a su alrededor parece colorido y el lugar donde se hospedarán está frente al mar, sin embargo algo no anda bien. Ana es muy pequeña para darse cuenta pero la audiencia sabrá que la pequeña y su madre —su padre las ha dejado— están en un hospital psiquiátrico. En interiores la coloración se orienta hacia los grises y el diseño de los personajes evoca inmediatamente los de El héroe. El padre de Ana tiene un semblante melancólico y huesudo como el del protagonista del cortometraje, mientras que su esposa y su hija, con sus ojos grandes y rasgos delicados, se parecen a la muchacha suicida. Los pacientes y doctores tienen algo de los monstruos que habitaban el metro en El héroe con sus inusuales cráneos pero ninguno llega a igualar ese nivel de fealdad. 

Ana y Bruno es decididamente una película para toda la familia, pero no por ello esconde los incidentes de la realidad. Varios giros en la trama y la aparición de otros personajes aluden a ellos. A diferencia de las cintas animadas familiares más convencionales, Ana y Bruno no intenta esconder la muerte y la locura sino asimilarlas como cosas que suceden a veces. Cuando Ana conoce a Bruno, su amigo imaginario, y a un grupo de alucinaciones de los demás pacientes, Carrera revela mediante ellos las dificultades del mundo adulto. Un personaje es alcohólico, como su inventor, mientras que una elefanta posesiva resulta ser producto de una consciencia intensamente neurótica. Llama la atención una especie de androide que parece animado fotograma por fotograma para representar la obsesión con el tiempo. En general Carrera busca balancear la película para su enorme audiencia mediante el sentido del humor —que a veces se dirige sólo a los adultos— y las emociones fuertes, que incluyen peligrosos paseos en auto y en tren cuando Ana se ve forzada a buscar a su padre en su pueblo.

Este viaje permite, además de las secuencias de peligro —quizá las más complicadas en términos de animación, junto con una batalla al final—, el encuentro con un niño ciego llamado Daniel y la ilustración de los pueblos de México. Daniel es un huérfano que Ana conoce en la estación de trenes. Su diseño llama la atención por su peculiar sonrisa y sus gafas, pero también por los detalles de su rostro, entre mugre y pecas, que contrastan con la pulcra Ana. Ambos intentarán encontrar al padre de Ana en el pueblo de San Marcos donde uno puede ver las típicas casas cuadradas de los más famosos pueblos mexicanos y un kiosco reconocible para quien haya ido a cualquiera de ellos. En cierta medida, Carrera parece querer rescatar el cine popular de Ismael Rodríguez con estas imágenes y sus personajes tan típicos del imaginario mexicano. Esto hace de Ana y Bruno, más que una película animada hecha en México, una película mexicana animada. Esto crea un mayor riesgo ante las exigencias de universalidad del mercado internacional, pero Carrera y su equipo lo corren para darnos no sólo un filme pionero por las características de su estilo —como lo fue en su momento El héroe sino una visión consistente con su filmografía. 

ENTREVISTA CON CARLOS CARRERA