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José Pablo Escamilla presenta su cortometraje Libélula en la Berlinale

El cortometraje Libélula, de José Pablo Escamilla, Selección Oficial del 14º FICM, se presentó en la sección Generation 14 K Plus de la 67ª edición de la Berlinale, donde compite con producciones de países como Canadá, Israel, Rusia, Australia, España, Bélgica, Suiza, Suecia, Gran Bretaña, Colombia, Croacia, Eslovenia, Argentina y Mónaco.

El cortometraje aborda la historia de Lucas (Salvador de la Garza), el menor de tres hermanos que tras sentirse ignorado y rechazado por su propia familia comenzará a tomar medidas extremas para llamar su atención y dejar de pasar desapercibido. “Es un niño que se sacrifica a sí mismo para reunir a su familia” cuenta Pablo al finalizar la proyección.

Daniel Loustaunau

El proyecto fue financiado a través del crowdfunding en colaboración con la ahora extinta ARCA. “En México se padece mucho hacer cine, aquí ha impactado mucho esto cuando lo contamos. Nosotros queríamos hacer un cortometraje y teníamos tres vías, tocamos las dos primeras y no se dieron las cosas hasta que dimos con la tercera. No aceptamos la desconfianza y no nos desmotivamos. Nosotros nunca nos imaginamos estar aquí. Lo único que queríamos era hacer una película que nos gustara y que fuera honesta. Todo el tiempo primero era la película. Venir como mexicanos y compartir estas experiencias de nuestra realidad con los europeos, nos alimenta mucho tanto a ellos como a nosotros. Sentimos esta admiración de habernos esforzado por levantar el proyecto a pesar de que nos cerraron puertas. Como cineastas independientes tuvimos que hacer alianzas, unas se dieron y otras no. En México hay envidia que a veces es nutritiva pero también es paralizante. Nosotros nos fuimos con el voy de frente y no me quito. Fuimos con una casa de renta que nos apoyó con el mejor equipo. Cuando llegas con la actitud de no me importa si me ayudas o no, de todas formas lo voy a hacer y tú puedes ser parte de eso, la gente te responde seguro. Ahora todos los fondeadores están muy contentos de que con quince pesos nos ayudaron a llegar hasta acá y nosotros les estamos muy agradecidos”.

Ambos cuentan sobre cómo la Berlinale les ha permitido hacer conexiones de forma natural. “Los organizadores te dicen que platiques con los demás aunque no los conozcas. Antes del estreno nos convocaron a todos los realizadores del programa para que nos presentáramos y nos conociéramos cara a cara. Conviertes una amistad en una familia y depende de ti darle esa continuidad a esa familia. De hecho, en el festival de Morelia (FICM) me llevé muy bien con los otros realizadores del programa y es muy interesante cuando se logra esta reunión de personas que están empezando desde cero y aún más cuando es a nivel internacional”, dice Loustaunau.

Cuentan que se respira humildad y que lo que los une a todos es la honestidad de sus relatos, de sus historias, de sus cortometrajes. “Es lo valoran en la Berlinale y es difícil porque es enseñarle al mundo lo más íntimo que tienes. Cuando se los presentamos a los fondeadores, nunca había visto llorar a mi padre tanto. Fue una gran recompensa poder sacudirlo. Te enseñan a que los hombres no pueden ser sensibles. El niño en el corto quiere amor, comprensión y ternura que son las necesidades básicas del hombre”. Escamilla y Loustaunau se ríen. Les preguntamos por qué y nos cuentan del video viral de YouTube. “Tengo esa frase grabada en mi corazón y cuando te peleas con alguien cuando tienes ese lema, no entras a batallas que no valen la pena”, confiesa Escamilla.

Libélula es el símbolo de la adolescencia de Escamilla. “La música es un refugio en mi vida. Me encantaba ir a las tiendas de discos y ver qué había en cada estante. Así aprendía de música cuando el internet no estaba tan avanzado. Me gusta juzgar los discos por sus portadas. Buscando, encontré una portada con una libélula de una banda que nunca había escuchado. Era muy llamativa y brillante”. Cuando escuché el disco supe que era una banda hardcore, pero había algo distinto, la voz del vocalista era demasiado dulce. La ruptura le llamó la atención. “Me obsesioné con la banda y con este rompimiento. Empecé a dibujar libélulas por todos lados. Después mi hermano menor –del que me inspiré para el protagonista del corto- se compró una máquina de tatuajes y empezó a practicar con la fruta. Tuvimos una historia de desencuentro como hermanos cuando estábamos creciendo. Algo muy natural. Entonces le pedí que su primer tatuaje me lo hiciera a mí. Estaba muy nervioso y le temblaba la mano. Le dije simbólicamente que se vengara por todas las cosas que le había hecho, que lo grabara en la piel. Un tatuaje es realidad es una herida. En la adolescencia tienes un fuego que no puedes controlar, por eso dejé mal la traducción a “Firefly”.

Aún les queda una proyección más en la Berlinale. Comentan que ya no están nerviosos y que sus compañeros los han alentado. Los dos están optimistas. Escamilla quiere seguir insistiendo en la etapa de la adolescencia, ahora en un largometraje. Ambos demuestran un optimismo por el porvenir que la Berlinale les ha incendiado. Les pregunto si les gustaría ganar la sección, honestos nos miran y nos contestan: “eso ya no importa”.