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Film and Food: A Text by Fernando Moreno "El More"

Hablar de la relación entre el cine y la comida es hablar de los propios orígenes del cinematógrafo. Ya en los primeros cortometrajes de los hermanos Lumiére aparece el tema en Le repas de bébéLa merienda del niño (1895) donde el simple hecho de ver comiendo a un bebé se adivinaba como un tema fascinante. De ahí a la secuencia memorable de Chaplin devorando con emoción y gracia su propio zapato en La Quimera del oro / The Gold Rush (1925) sólo hay un paso.

{{La Quimera del oro / The Gold Rush}} (1925), de Charles Chaplin.

Desde entonces la imagen del sibarita en el séptimo arte se refleja lo mismo en un psicópata antropófago que sugiere acompañar a su siguiente víctima con un buen Chianti -Anthony Hopkins en The Silence of the Lambs / El silencio de los Inocentes de Jonathan Demme (1991)- que en un grupo de mafiosos italoamericanos que preparan salsa de tomate en la cárcel rebanando meticulosamente dientes de ajo para la pasta - Goodfellas / Buenos muchachos (1990), Martin Scorsese-.

La mesa es y será para el cine un terreno fértil en el que las diferentes culturas y tradiciones exploten con leyendas llenas de particularidades mágicas que terminan contando historias universales. ¿Qué tienen en común Babette, una repostera viuda de un pueblito de Francia, Mao, un cocinero chino indocumentado en Madrid y Tita, una solterona reprimida en la revolución mexicana? Muy sencillo: La comida es su única oportunidad de redención. Es esa puerta mágica que los llevará a exorcizar demonios y superar inseguridades, el camino que los conducirá a encontrar su lugar en el mundo y ser reconocidos o aceptados. Cine y comida abarcan juntos los cinco sentidos. El menú que propongo a continuación es amplio y los especiales del día son lo mejor de la gastronomía internacional.

Que inicie el festín.

Sugerencia del chef 1.
De aperitivo: Tapas
En un bar de tapas de un típico barrio obrero de Madrid se entrelazan las historias de un puñado de seres solitarios que se mueven entre miedos, esperanzas y tortilla de patatas. Inmigrantes, drogas, jubilación y la crisis de los cuarenta en clave de comedia con un toque agridulce y acompañados de una caña de cerveza. Un cocinero chino, sin permiso de residencia y trabajo, será el soporte de unos fogones especializados en cocido y callos a la madrileña: Tapas (2005), de José Corbacho y Juan Cruz.

España es un país donde la tradición gastronómica ha permeado en el cine de una manera particularmente rica. Basta revisar la filmografía de autores contemporáneos como Pedro Almodovar, Bigas Luna o Fernando Trueba para encontrar referencias constantes a lo típicamente ibérico en su obra. En el caso del primero no es gratuita la aparición de un guiso bastante peculiar en Pepi, Luci Bom y otras chicas del montón (1980), el protagonismo de un gazpacho de pretensiones suicidas en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o la nueva oportunidad que brinda a Raymunda (Penélope Cruz) regentear un pequeño restaurante en Volver (2006) -por si la relación cine y comida no pareciera suficiente, en esta cinta el personaje en cuestión termina sirviendo el catering al equipo del rodaje de una película-. Si nos referimos a Bigas Luna resulta relevante que a Raúl -un jovencísimo Javier Bardem- le sepan a tortilla de patatas y jamón serrano los senos de su joven amante -una vez más la omnipresente Penélope Cruz en su debut en la pantalla grande- en Jamón Jamón (1992) o la importancia de las anguilas tanto en el plano sexual como en el gastronómico en la trama de Bámbola (1996).

{{Mujeres al borde de un ataque de nervios}} (1988), de Pedro Almodóvar.

En otras cintas para Fernando Trueba, la comida también es parte central de la historia y manejar los secretos de los fogones puede convertir a un joven insignificante en el mejor partido para cuatro hermanas casaderas -el caso de Jorge Sanz en Belle Epoque (1992)-, y en el clásico erótico de Julio Medem Lucía y el sexo (2001), el protagonista se relacionará con el mismo gusto con una hermosa mesera madrileña que con la mejor cocinera de paellas de Valencia.

Sugerencia del chef 2.
Primer tiempo: La gran comilona
Cuatro personajes, encarnados por igual numero de monstruos de la actuación, -Michel Piccoli, Ugo Tognazzi, Phillipe Noiret y Marcello Mastroianni- cansados de la monotonía de la vida se encierran en una mansión para suicidarse a base de banquetes interminables y bacanales memorables. La combinación perfecta: comida y sexo. Un menú insuperable para el bien morir. Camarones, osobuco de res, cordero, lasaña y lechón al horno. De postre, la belleza incomparable de Andrea Ferreol: La grande bouffe / La gran Comilona (1973), de Marco Ferreri.

{{La grande bouffe / La gran Comilona}} (1973), de Marco Ferreri.

En el menú del cine internacional la relación de la buena comida y la narrativa encuentra varias constates. Tal vez la más evidente de ellas sea entender la preparación y el gusto por los alimentos como una manera de entender la vida. El cocinero es, entre muchas cosas, un gurú alrededor del cual se construye una manera de ver el mundo y que erige un restaurante o tienda donde se expenden alimentos en locación de las más increíbles historias. La variedad de estos lugares como escenario y protagonistas puede ir de la violencia del desenlace en “La holandesa” de The Cook, the Thief, His Wife & Her Lover / El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante de Peter Greenaway (1989) hasta la sospechosa carnicería de Delicatessen, de Jean Pierre Jeunet y Marc Caro (1991), pasando por la tienda de bombones de Madamme Rocher en Chocolat de Lasse Hallstrom (2000) o el “Café dos molinos” y la verdulería del cruel Sr. Collignon en Amelie (2001), también de Jean Pierre Jeunet. Y si los restaurantes no fueran suficientes como locación podemos recurrir a la historia de un cocinero en crisis que, tras enfrentarse a un crítico y al dueño del local donde dirige la cocina, encuentra inspiración en un food truck de comida cubana en Chef de John Favreau.

Revisitando la obra de algunos maestros podemos ver que la mesa reúne a sus personajes recurrentemente a lo largo de sus filmografías. En el caso de Luis Buñuel sucede al menos en Viridiana (1961), El angel exterminador (1962) y El discreto encanto de la Burguesía (1972) o si habláramos de Wong Kar Wai podemos encontrar cintas de todos los géneros posibles concebidas a partir de una pizzería de barrio en Buenos Aires en Happy Together (1997), el restaurante donde se encuentran el Sr. Chow y Li Zhen en In the Mood for LoveDeseando amar (2000) o el diner neoyorkino de Jeremy donde Elizabeth intenta calmar su mal de amores comiendo pays en My blueberry night’s (2007).

Lejos de la gran manzana, en nuestro querido Mexico, también hay variedad o como diría la voz popular “de chile, de dulce y de manteca”. En el recetario del cine nacional la presencia de la comida es un ingrediente sobre el cual se han construido leyendas y deleitado los paladares más populares y exigentes. De entrada están clásicos como ¡Tacos, joven! (1950) de José Díaz Morales donde Víctor Alcocer y Fernando Soto “Mantequilla” son los héroes que atienden una típica taquería de la capital a principios de los años cincuenta o Acá las Tortas (1951) de Juan Bustillo Oro con la abuelita del cine mexicano Sara García.

{{¡Tacos, joven!}} (1950) de José Díaz Morales

Son memorables también los acercamientos culinarios de los grandes de la comedia y el melodrama nacional al mundo de lo comestible en repetidas cintas de ese curioso periodo conocido como época de oro. Muestra de ello son momentos únicos como el atracón de Tin Tán en El vagabundo (1953) dirigida por Rogelio González o la obsesión de Macario (1960) -un brillante Ignacio López Tarso en uno de los mejores papeles de su carrera- con poderse comer un guajolote él solo. En fechas más recientes dos recetarios contemporáneos que hacen referencia a las tradiciones gastronómicas se llevan sin duda todas las palmas: Cilantro y perejil de Rafael Montero (1998) y Como agua para chocolate de Alfonso Arau que adapta el delicioso libro de Laura Esquivel (1992). Así, al fuego lento del melodrama se cocinan mejor los pucheros. O como reza la frase célebre, “en el modo de agarrar el taco se conoce al buen tragón”.

Sugerencia del chef 3.
Segundo tiempo: El festín de Babette.
En un pequeño pueblo danés de ancianos puritanos aparece de la nada una misteriosa mujer francesa que, a través de caldos, viandas y vinos transforma la tristeza y letargo en placer y alegría por vivir. A veces una cena puede significar el cielo. A veces la generosidad puede cambiarlo todo: Babettes gæstebudEl festín de Babette (1987), de Gabriel Axel.

Sin embargo, y más allá de los lugares especiales, las locaciones espectaculares y las metáforas sofisticadas, tal vez las representaciones más emotivas de la comida en el cine son las que tienen que ver con la familia y la idea del alimento como una manifestación de cariño. En esa lista caben cintas entrañables de la talla de The Wedding BanquetEl banquete de bodas (1993) y Eat Drink Man WomanComer beber y amar (1994) de Ang Lee, Tortilla soup (2001) -remake americano de la misma cinta dirigido por la española María Ripoll-, o Soul Kitchen (2009) del alemán de origen turco Fatih Akin.

Y si de documentales hablamos pueden entrar en las recomendaciones, gracias a la pasión que representan para sus protagonistas los fogones y la cocina, películas inolvidables como El camino del vino (2010) de Nicolás Carreras -la historia de un famoso sommelier que pierde el sentido del gusto y lucha por recuperarlo-, El bulli cooking in progress de Gereon Wetzel - relatoría del día a día del otrora mejor restaurante del mundo-, y Jiro, dreams of sushi (2011) de David Gelb -un retrato íntimo del maestro del sushi de 85 años Jiro Ono-. Otro título a destacar en el terreno de la no ficción es el recién estrenado filme canadiense Le nez (2014) de Kim Nguyen que conecta actos como comer, trabajar, sentirse atraído por alguien, encontrar pareja y hasta enamorarse con el olfato y el gusto.

{{Le nez}} (2014) de Kim Nguyen.

Finalmente, y en un lugar muy especial como estandarte de la manera en que comida y cariño se unen de manera entrañable en una película resulta inevitable referirse a Ratatouille (2007)de Brad Bird y Jan Pinkava y a una secuencia en especial de la misma. Aquella en la que el experimentado y duro crítico culinario Antón Ego experimenta un maravilloso flash back a su mas tierna infancia al probar una sopa igualita a la que preparaba su mamá. De esos momentos y esos sabores están hechos la buena comida y el buen cine.

Sugerencia del chef 4.
El postre: Zuckerbaby
Una mujer madura, solitaria y pasada de peso decide conquistar al hombre de sus sueños a través del estómago. ¿Quién dice que de la vista nace el amor? Una fábula moderna recubierta de caramelo, salchichas y col agria: Zuckerbaby (1985), de Percy Adlon.

Asumiendo que un buen menú nunca está terminado y que, al igual que en el cine en la comida en gustos se rompen géneros este texto no es más que un primer intento, actualizable y complementable, que trata de poner en palabras una serie de delicias que merecen la pena ser probadas.

{{Zuckerbaby}} (1985), de Percy Adlon.

Dos sabrosas muestras cocinadas recientemente son Les saveurs du palaisLos sabores del palacio de Christian Vincent -sobre la historia de la cocinera de Francois Mitterand- y The Hundred-Foot JourneyUn viaje de diez metros de Lasse Hallstrom -recetario sentimental de una familia indú que fusiona su tradición culinaria con la de la provincia francesa-. De nuevas recetas y propuestas revolucionarias en la mesa y la pantalla hay mucho que decir así que de ello seguiremos platicando por aquí.

Buen provecho.[:en]To talk about the relationship between cinema and food is to talk about the very origins of cinematography. The idea comes up in the first short films made by the Lumière brothers: in Le repas de bébé / Baby’s Dinner (1895), just watching a baby eat becomes something fascinating. From there, it’s just a small step to the memorable sequence in The Gold Rush (1925) which Chaplin excitedly, but gracefully, devours his own shoe.

{{Le repas de bébé / Baby’s Dinner}} (1925) by Charles Chaplin.

Since then, the image of the bon-vivant has become a recurring theme in cinema: from the cannibalistic psychopath who likes to accompany his victims with a good Chianti, in Jonathan Demme’s The Silence of the Lambs (1991), to the image of a group of Italian-American mafiosos meticulously chopping garlic in jail to make a pasta sauce, in Scorsese’s Goodfellas (1990).

The dinner table is and always will be fertile terrain for the cinema, upon which different cultures and traditions can explode into stories that have a universal resonance. What do Babette - a widowed baker in a small French town – Mao - an undocumented Chinese chef in Madrid - and Tita - a repressed spinster during the Mexican Revolution - have in common? The answer is simple: for all three, food is their only chance for redemption. Through food, they are able to exorcise their demons and overcome insecurities. Through food, they find their places in the world, gaining recognition and acceptance. Film and food both bring together the five senses. Below, I propose and extensive menu, with daily specials that offer up some of the very best in international cinema ...

Let the feast begin!

Chef’s Suggestion 1
Appetizer: Tapas
In a tapas bar in a typical working-class neighborhood of Madrid, a series of lonely people come together amongst fear, hope and potato omelets. Immigrants, drugs, retirement and midlife crises are explored in this bittersweet comedy, all accompanied by a nice cold beer. A Chinese chef, who doesn’t have permission to live or work in Spain, cooks up a Madrid specialty, tripe, in José Corbacho and Juan Cruz’s Tapas (2005).

Culinary tradition has permeated Spanish cinema in a particularly rich way. You just need to look at the filmographies of contemporary filmmakers like Pedro Almodovar, Bigas Luna and Fernando Trueba to find constant references to the typically Iberian. The appearance of a peculiar stew in Pepe, Luci, Bom (1980), for example, is not accidental, whilst gazpacho has a central role in Women on the Edge of a Nervous Breakdown (1988). In Volver (2006) Raymunda finds that she is able to rebuild her life when she opens up a small restaurant – and as if the link between film and food wasn’t strong enough here, at the end of this film she serves lunch to a film team. If we look at Bigas Luna, it is highly relevant that Raúl – a very young Javier Bardem – finds that the breasts of his young lover – the omnipresent Penelope Cruz in her big screen debut – taste of ‘tortilla de patatas’ and ham in Jamón Jamón (1992). In Bámbola (1996) eels play an important part too, as much in a sexual sense, as a gastronomic one.

{{Women on the Edge of a Nervous Breakdown}} (1988) by Pedro Almodóvar.

In the work of Fernando Trueba, food also plays a central part in many stories. For Jorge Sanz in Belle Epoque (1992) the secrets of the kitchen help an insignificant youth to become the best option for four marriageable sisters. In Julio Medem’s Sex and Lucía (2001), the protagonist enjoys her relationship with a beautiful waitress from Madrid, and the best paella cook in Valencia, with the same gusto.

Chef’s Suggestion 2
First Course: La Grande Bouffe
Four characters, played by four giants from the world of acting – Michel Piccoli, Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni and Philippe Noiret – grow tired of the monotony of life, so lock themselves into a mansion to commit suicide via endless banquets and orgies. It’s the perfect combination: sex and food; an unbeatable menu for a good death. Prawns, beef ossobuco, lamb, lasagna and suckling pig fresh from the oven. For desert, the incomparable beauty of Andrea Ferreol: Marco Ferreri’s La grande bouffe (1973).

{{La grande bouffe}} (1973) by Marco Ferreri.

The relationship between food and narrative finds many outlets in the world of international cinema. Perhaps the most obvious of these is the idea of coming to understand the preparation and enjoyment of food as a means to gain a greater understanding of life. The chef is, among many other things, a kind of guru, around whom a way of seeing the world is built. He stands in a restaurant or store in which the most amazing stories are sold. In many cases, he is a violent presence, such as in Peter Greenaway’s The Cook, the Thief, His Wife & Her Lover (1989); or the suspicious butcher in Jean Pierre Jeunet and Marc Caro’s Delicatessen (1991), by way of Madamme Rocher’s candy store in Lasse Hallstrom’s Chocolat (2000) or the Café Les Deux Moulins, or mean Mr Collignon’s greengrocery in Amelie (2001). And as if the restaurant as a location isn’t enough, we can refer back to the story of a chef in crisis who finds inspiration in a Cuban food truck, in John Favreau’s Chef.

If we look at the work of some master directors, we can see how, over the course of their careers, the table reunites their characters. This it he case in at least three films by Luis Buñuel: Viridiana (1951), The Exterminating Angel (1962) and The Discreet Charm of the Bourgeoisie (1971). Or if we look at Wong Kar Wai, we see the same thing in a local pizzeria in Happy Together (1997), in the restaurant where Mr Chow and Li Zhen meet in In the Mood for Love (2000), or in Jeremy’s New York diner where Elizabeth goes to try and console herself by eating pie in My Blueberry Nights (2007).

Far from the Big Apple, in our own dear Mexico, there also exists a grand variety. In our national cinema, food is an ingredient that has delighted the most demanding palates, and about which legends have been constructed. To start with, there are classics like José Diaz Morales’ Tacos joven! (1950), in which Victor Alcocer and Fernando Soto are the heros who run a typical 1950s “taqueria”. Or Acá las Tortas (1951) by Juan Bustillo Oro, which stars the great-grandmother of Mexican cinema, Sara García

{{¡Tacos, joven!}} (1950) by José Díaz Morales

Also memorable are the culinary approaches of some of the greats of Mexican comedy and melodrama during that curious period known as the Golden Age of Mexican cinema. There are unique moments like Tin Tan’s binge in Rogelio González’s El vagabundo (1953), or Macario’s obsession with being able to eat his turkey alone in Macario (1960). More recently, two successful contemporary films have referred to our own gastronomic traditions: Rafael Montero’s Cilantro y perejil (1999) and Alfonso Arau’s Like Water for Chocolate (1992). So, it would seem that the slow fire of melodrama is best to cook a good stew.

Chef’s Suggestion 3
Secount Course: Babette’s Feast

In a small Danish town of Puritan elders, a mysterious French woman transforms sadness and lethargy into pleasure through wine and food. Sometimes dinner is heavenly, and sometimes generosity can change everything: Babette’s Feast (1987), by Gabriel Axel.

However, beyond special places, spectacular locations and sophisticated metaphors, perhaps food’s most moving role in cinema is when it has to do with the family, and the idea of food as a manifestation of love. This is true in films like The Wedding Banquet (1993) and Eat Drink Man Woman (1994), both by Ang Lee. Also in Tortilla Soup (2001), an American remake of a Spanish film by the same name, directed by Maria Ripoll, and Soul Kitchen (2009), by the Turkish-born German director Fatih Akin.

And if we take a look at documentaries, we see many passionate chefs and unforgettable films, like The Way of Wine (2010) by Nicolás Carreras – the story of a famous sommelier who loses his sense of taste and has to fight to get it back – or Gereon Wetzel’s El bulli: Cooking in Progress – which relates the day to day happenings in the world’s best restaurant – or David Gelb’s Jiro Dreams of Sushi (2001) – an intimate portrait of 85-year-old sushi master Jiro Ono. The recent Canadian documentary Le Nez (2014) by Kim Nguyen, links eating, working, physical attraction and even falling in love, with the senses of smell and taste.

{{Le nez}} (2014) by Kim Nguyen.

Finally, a very special film about the way in which food and love can come together, is the inimitable Ratatouille (2007), directed by Brad Bird and Jan Pinkava. In one particularly special scene, the harsh culinary critic Antón Ego experiences a flashback to his infancy when he tries a soup that is exactly the same as one made by his mother. These are the moments that great food, and great cinema, are made of.

Chef’s Suggestion 4
Dessert: Zukerbaby
A solitary, overweight woman, mature in years, decides to woo the man of her dreams via his stomach. A modern fable covered in caramel, sausage and sauerkraut: Zuckerbaby (1985), directed by Percy Adlon.

Assuming that a great menu is never finished, this text is just a first draft, one that can be adapted and complemented, that tries to put into words a number of cinematic delights that deserve to be tasted.

{{Zuckerbaby}} (1985) by Percy Adlon.

Two freshly-cooked examples of great films about food are Les saveurs du palais, by Christian Vincen – which is the story of the chef who cooked for Francois Mitterand – and The Hundred-Foot Journey, by Lasse Hallstrom – the story of a traditional Indian family that blends their cooking with provincial French recipes. There is a lot more to be said for new recipes and new on-screen proposals, so lets keep the conversation going.

Bon appetit!